Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Wednesday, March 19, 2008

Meridiano de sangre


Toda violencia es política. Hay quien puede imponer a otros el control desde el miedo, después de dominar sus propias emociones, y hay quien no. Reflexiones que nacen luego de ver dos películas que por diversas razones me impactaron de un modo profundo.

La primera de ellas fue Not country for old men (No es país para viejos), traducida para el mercado latinoamericano como “Sin lugar para débiles”. Cinta que barrió con varios Oscar en la última entrega de la estatuilla de la academia y que consagró como “mejor actor de reparto” al español Javier Bardem.

Los hermanos Joel y Ethan Coen llevan al formato cine una novela de Cormac McCarthy, cuya acción está ambientada en la frontera de Estados Unidos y México, donde un cazador descubre los cuerpos de varios hombres acribillados a balazos, un cargamento de droga y una valija con dos millones de dólares.

Uno podría pensar que éste es el peor lugar del mundo, con su paisaje casi lunar, apenas ensombrecido por algunos matorrales, y sus habitantes que, en general, conforman un vasto universo de perdedores: espaldas mojadas, coyotes que los transportan, narcotraficantes, vendedores de tiendas perdidas en el desierto. En suma, desolación pura.

Allí aparece, de pronto, Llewelyn Moss, un veterano de Vietnam que se topa con el inesperado golpe de suerte de una fortuna botada y sin dueño aparente en los alrededores, y que desde ese mismo instante debe ponerse a correr perseguido por quienes quieren recuperar su dinero.

La principal arma que ocupan para ello es Anton Chigurh, un sujeto corpulento y despiadado, que luce un corte de pelo tipo paje y una mirada hierática, desprovista de cualquier tipo de emociones. Chigurh es contratado para reembolsar la maleta repleta de fajos de billetes a sus legítimos propietarios, y emprende su cometido dejando un reguero de sangre a lo largo de su camino.

Como buen asesino profesional, mata de distintas maneras, pero su herramienta favorita es una escopeta neumática, propulsada con aire comprimido y diseñada para matarifes, que arroja un proyectil que es luego recuperado para no dejar huella alguna de su paso.

La principal característica de Chigurh es que mata sin pasión, sin odio alguno. Como un burócrata que desempeña su oficio casi con un bostezo a flor de labios. Letal, hasta el máximo extremo que cabe en dicha palabra, se permite, a veces, el lujo de jugar con sus posibles víctimas y les pide que apuesten a cara a cruz, con una moneda arrojada al aire, para que el azar (y no él) decida su suerte.

Inexpresivo y distante, se desplaza por las inmediaciones del Río Grande guiado por una sola ética: la de cumplir con la palabra empeñada con quienes lo contratan.

Convertido en una máquina homicida, en cierto momento incluso parece escapársele de las manos a sus mandantes y éstos recurren a otro veterano de Vietnam, un ex coronel de las fuerzas especiales que ha colgado el uniforme y ha recuperado su talante de vaquero tejano, para que trate de reencauzarlo por la senda adecuada.

Pero Chigurh, impasible, no acepta supervisiones y termina por ajustar cuentas a los mismísimos y poderosos amos de este tenebroso juego de marionetas. Aquellos que, desde las alturas de un edificio corporativo, manejan los hilos del juego del narcotráfico sin mancharse las manos con trabajos sucios.

Entre medio de todo esto, fluyen la sangre y los disparos, mientras otro calmado cowboy, un sheriff interpretado por Tommy Lee Jones, con la mirada gastada de quien ya ha visto demasiadas atrocidades, recorre la cadena de desastres que va dejando a su paso el ángel exterminador envuelto en la figura diabólica e inquietante de Bardem.

La película, en el mejor estilo Coen, no tiene moraleja aparente ni lecciones escondidas como subtexto. Tal vez la única deducción posible es que tanto víctimas como victimarios, cazadores y cazados, son hijos de una misma experiencia histórica: la del Sudeste asiático, donde aprendieron a matar con destreza y eficiencia, dejando de lado cualquier sentimiento.

Como quien dice, "mano de obra desocupada" que no ha hecho más que honrar su deber patrio.

Es el mismo rostro, al fin de cuentas, del demente y alucinado coronel Kurtz, de Apocalipsis Now. Sólo que aquí no se mata al compás de la Cabalgata de las Walkirias, sino con un frío y desangelado silencio como telón de fondo.

Salto, entonces, en una arbitraria sinapsis, a otro filme que vi hace pocos días: Pelota vasca: la piel contra la piedra, de Julio Médem. Este controvertido documental, que data del 2003, fue cuestionado en su momento como “parcial” por buena parte de la gran prensa española. Y silenciado por otros por incómodo.

El director de Lucía y el sexo lo que hizo, básicamente, fue ofrecerle tribuna a 70 personas, en su mayoría vascos, de mucha o escasa relevancia pública, para que hablaran de la pugna soterrada que desangra desde varias décadas a Euskal Herría. Las únicas agrupaciones que rechazaron de plano su invitación a participar en esta cinta fueron el Partido Popular, el colectivo ¡Basta ya!, que se define como una organización ciudadana antiterrorista, y Euskadi ta Askatuna, más conocida como ETA.

Ver a los familiares de dos víctimas de ETA (la esposa de un guardia civil, el hijo de un concejal de UPN), compartiendo la misma pantalla junto a una mujer que se ve obligada a recorrer media España para visitar a su compañero en prisión, con su crío colgado al cuello, es un ejercicio doloroso, pero, a mi juicio, necesario para empezar a desentrañar las claves de este conflicto.

Estremece, además, ver a Eduardo Madina, un joven socialista que perdió una pierna en un atentado con bomba-lapa contra su auto, decir que no sólo está contra la violencia de quienes lo atacaron en forma personal, sino contra toda violencia, incluida la de la tortura. O ver a una muchacha detallar, en euskera y con voz trémula, los abusos a los que fuera sometida por efectivos policiales durante un interrogatorio.

La conclusión obvia, pero no por eso aceptada por todos, es que para empezar a resolverlo hay que reconocer que existe un problema. Actitud rechazada hasta ahora por los gobiernos de Madrid, sean éstos de izquierda o de derecha. Así lo señala, en una parte clave del filme, un religioso británico que participó en el proceso de paz en Irlanda, que culminó con el desarme del IRA.

Lo primero es admitir que hay un diferendo a resolver. No hacerlo, seguir cerrando los ojos con tozuda indiferencia ante la realidad, es seguir alimentando el círculo vicioso de la violencia sin fin. Una violencia que a la larga sólo puede hallar sustento entre aquellos que piensen que el miedo y el crimen son un negocio a partir del cual es posible obtener jugosos y rendidores dividendos políticos.

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Thursday, March 13, 2008

Crímenes piadosos


Lo que cito a continuación es una información publicada en la sección internacional del diario El Mercurio, el 10 de marzo de 2008, bajo el título: “Enviado del Presidente Jimmy Carter a Italia: ‘Manipulamos a las Brigadas Rojas para que asesinaran a Aldo Moro’”:

Steve Pieczenick, enviado a Roma por el gobierno estadounidense de Jimmy Carter tras el secuestro de Aldo Moro, reveló ayer que "manipuló" a las Brigadas Rojas (BR) "para que asesinaran" al ex Premier y líder democratacristiano en 1978.

"He esperado 30 años para revelar esta historia y lamento la muerte de Moro. Pido perdón a la familia, pero tuvimos que manipular a las BR para que lo asesinaran. Las BR habían dado un paso demasiado grande y el país estaba a punto de desestabilizarse", dijo Steve Pieczenick al diario "La Stampa".

Moro iba camino al Congreso el 16 de marzo de 1978, cuando el grupo extremista de izquierda lo secuestró. Su cadáver fue encontrado el 9 de mayo de ese mismo año en la maleta de un auto. Había sido asesinado a tiros.

Según el rotativo, la misión del estadounidense -un psiquiatra y experto en antiterrorismo- era "ayudar a los italianos" y para "negociar".

El estadounidense contó que cuando llegó a Roma se dio cuenta de que el país estaba a un paso de la desestabilización y que descubrió que las BR tenían aliados dentro del gobierno. Además, según varias versiones, había miembros del servicio secreto italiano y de la CIA infiltrados en el grupo extremista para facilitar el secuestro de Moro.


Y aquí va el breve comentario que me merece esta noticia:

Tenía que terminar la Guerra Fría y pasar 30 años de ocurridos los hechos, para que se supiera lo que algunos hace tiempo sospechaban: que el gobierno de Estados Unidos manipulaba hasta a los que parecían sus más fieros enemigos y no dudaba en incitarlos a cometer crímenes –crímenes de Estado, pero no por eso menos reprobables- para conseguir sus fines.

También los fríos hechos confirman que cierta ultraizquierda vocinglera y pasada de revoluciones (no toda, desde luego) sirvió objetivamente a los intereses de Washington, en el marco de la contienda bipolar con la Unión Soviética.

Como se sabe, Aldo Moro, dirigente de la Democracia Cristiana italiana, abogaba por el entendimiento con los comunistas, quienes a través de su máximo dirigente, Enrico Berlinguer, planteaban el llamado “compromiso histórico”. Por eso era un obstáculo que había que remover con la complicidad del entonces premier, Giulio Andreotti, y su ministro del Interior, Francesco Cossiga.

Pieczenick considera hoy su actuación, según declaró a La Stampa, como “una iniciativa brutal, una decisión cínica, un golpe a sangre fría, ya que un hombre tenía que ser fríamente sacrificado para la supervivencia del Estado”.

Pero esta declaración suya esconde, de alguna forma, una justificación de su labor. Para salvar a un país, tuvimos que matar a un hombre, es el subtexto que se oculta tras sus palabras. ¿No les suena conocida esta tesis? Es la vieja historia de los crímenes piadosos, aquellos que supuestamente se cometen para evitar un mal mayor.

En nuestro país y en todo el Cono Sur del continente, fue usada a menudo para servir de coartada a hechos aberrantes. El mismo Pieczenick sostiene, en la entrevista, que el asesinato de Moro “impidió que la economía italiana se hundiera”.

La pregunta, entonces, es: ¿En qué quedamos? ¿Le pide perdón de verdad y desde el fondo de su corazón y su mente entrenada para sembrar confusión a la familia de Aldo Moro por el trágico resultado de su manipulación? ¿O sólo quiere aliviar en parte su conciencia, al mismo tiempo que todavía se siente una suerte de “salvador del mundo libre”?

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Monday, March 10, 2008

Las advertencias del 11/9 que la CIA desoyó


Después de la implosión del sistema soviético, la CIA –explica "Legacy of Ashes", el documentado libro del periodista estadounidense Tim Weiner que pasa revista a su trayectoria como organización- sufrió un dramático “bajón” en su accionar.

Muchos agentes y analistas emigraron al sector privado, y en general la comunidad de inteligencia de Estados Unidos se resintió en todas sus líneas antes de que apareciera en forma clara un nuevo enemigo: el fundamentalismo islámico, para reemplazar al “ogro” mayor de la Guerra Fría, el comunismo, como adversario a batir.

George Tenet, director de la Agencia de julio de 1997 a julio de 2004 (fue designado por Bill Clinton y luego ratificado en su puesto por su sucesor, George W. Bush), olía un desastre en el aire cuando se hizo cargo de “la Compañía”.

Diversos síntomas indicaban que algo grande estaba por pasar, pero la CIA no fue capaz de anticipar lo que vendría y de este modo cumplir con su misión: ser los ojos y oídos de la Casa Blanca y adelantar escenarios críticos que pudieran afectar a la seguridad nacional de EEUU.

Un analista, sin embargo, salvó su pellejo y su propio prestigio ante la historia. El oficial de carrera Russ Travers publicó en el verano de 1997 en el “house organ” de la Agencia, Studies in Intelligence, un artículo titulado “La falla en inteligencia que está por venir”.

En el mismo señalaba que las habilidades estadounidenses para reunir y analizar inteligencia estaban de capa caída. “Por años, escribió, los líderes de la inteligencia americana han estado insistiendo en que ellos estaban poniendo a la Agencia en el camino correcto –reseña Weiner-. Esto fue un mito”.

“Ajustamos y pusimos a punto nuestras estructuras y marginalmente cambiamos nuestros programas… Conseguimos que las sillas de playa sobre la cubierta del Titanic estuvieran aseadas y agradables (la cita es de Travers). Pero “estamos empezando a cometer más y mayores errores más a menudo, (pues) nos hemos alejado de los principios básicos –la recolección y análisis imparcial de los hechos”.

Él incluso ofreció una profecía que demostró ser muy digna de crédito para los futuros líderes de la CIA:

“El año es 2001 –escribió-. A comienzos del nuevo siglo, los análisis se han transformado en peligrosamente fragmentarios. La comunidad (de inteligencia) puede aún recolectar ‘hechos’, pero el análisis hace tiempo ha sido sobrepasado por el volumen de información disponible y ya no es capaz de distinguir entre hechos significativos y ruido de fondo.

“La calidad del análisis se ha convertido crecientemente en un elemento bajo sospecha. La información está ahí, pero hemos fallado al momento de reconocer su relevancia”.

“Desde la ventajosa posición del 2001, la falla en inteligencia es inevitable”, predijo Travers, con una precisión casi matemática.

En paralelo, en julio del año 2007, cuando la Agencia celebraba su quincuagésimo aniversario, Richard Helms, el ex director de la CIA que planificó el golpe de estado contra Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile, le confidenciaba sus temores a Weiner:

“La única superpotencia remanente no tiene suficiente interés en lo que está pasando en el mundo como para organizar y conducir con éxito un servicio de espionaje. Hemos ido a la deriva en esto como país”, advertía, como si también tuviera a su alcance una bola de cristal para ver o adivinar el futuro.

Otro alto funcionario de la inteligencia de EEUU, Porter Goss, emitía, asimismo, por su parte, señales de alerta que nadie pudo descifrar a tiempo:

“La inteligencia no es sólo para la Guerra Fría. Cuando uno piensa en Pearl Harbour (el sorpresivo ataque japonés en el Pacífico Sur que desató la intervención norteamericana en la Segunda Guerra Mundial), puede entender el por qué. Las sorpresas desagradables están ahí afuera”.

Pocos meses después, en mayo de 1998, la CIA no tuvo la capacidad de detectar que la India haría explotar una bomba nuclear, poniendo más hierro al conflicto que la enfrente históricamente con su país vecino, Pakistán, situado a su vez en el vórtice de enfrentados y reñidos intereses.

“Las personas comenzaron a tener –Weiner dixit- premoniciones de una catástrofe”. “La probabilidad del fracaso en materia de advertencia de hechos de carácter cataclísmicos está creciendo”. Así lo dejó asentado por escrito la sucesora de Tenet en el Consejo de Seguridad Nacional, Mary McCarthy. En un reporte desclasificado poco después del test nuclear indio, auguraba: "Disaster looms! (¡El desastre se avecina!)".

El último eslabón fue el ataque con bombas contra las embajadas de EEUU en Kenya y Tanzania, en agosto de 1998, con un saldo de cientos de muertos y miles de heridos.

Como respuesta, Tenet, basado en información que probó ser poco fiable, indicó como blancos para una represalia a Clinton y al Consejo de Seguridad Nacional un campamento en Afganistán, donde estaría Osama bin Laden, y una planta en Sudán, donde se fabricaría el gas nervioso VX, de acuerdo al reporte de un informante egipcio.

Ambos blancos resultaron ser un fiasco. El ataque con misiles crucero en Afganistán sólo mató a cerca de 20 pakistaníes y el lanzado contra Sudán redujo a escombros a una fábrica de productos farmacéuticos, eliminando a un vigilante nocturno.

Tres semanas después, un compungido Tenet reunió al resto de los líderes de la comunidad de inteligencia y juntos acordaron “cambios sustanciales” en el modo en que EEUU recolectaba, analizaba y producía información.

Si ello no se hacía, dijeron, el resultado sería una “catastrófica y sistémica falla de inteligencia”. La fecha de la reunión: septiembre 11 de 1998, exactamente tres años antes del mortal ataque de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

*Carlos Monge Arístegui. Escritor y periodista.

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Wednesday, March 05, 2008

“La historia de la CIA”: Párrafos marcados sobre Chile


Estoy leyendo, como ya comenté antes, “Legacy of Ashes: The History of the CIA” (Doubleday 2007), del periodista estadounidense y ganador del premio Pulitzer Tim Weiner, un libro que considero imprescindible. Al llegar al capítulo 29, referido a la desestabilización previa y el golpe de estado contra Salvador Allende en Chile, no me puedo privar de traducir algunos párrafos notables. Creo que hacerlo es una especie de servicio público que ayuda a entender mejor nuestra historia. Acá van, entonces, los textos marcados por su relevancia. Los agregados entre paréntesis, con información de contexto, pertenecen al autor de esta columna:

“La CIA había batido a Allende una vez antes (de 1970). El Presidente Kennedy primero aprobó un programa de guerra política contra él más de dos años antes de las elecciones chilenas de septiembre de 1964. La agencia puso en la cañería y bombeó aproximadamente tres millones de dólares en los aparatos políticos de Chile. Puso alrededor de un dólar por voto para el democratacristiano pro-estadounidense Eduardo Frei (Montalva). Lyndon Johnson, quien aprobó la continuidad de la operación, gastó mucho menos por votante cuando él ganó la Presidencia de EEUU en 1964 (…) El secretario de Estado (Dean) Rusk le contó al Presidente Johnson que la victoria de Frei fue ‘un triunfo para la democracia’ logrado ‘parcialmente como resultado de un buen trabajo de la CIA’”.

“Kissinger estaba preocupado. Él tenía una guerra real en el sudeste de Asia en sus manos. Él famosamente llamó a Chile una daga apuntada al corazón de la Antártica. Pero en marzo de 1970, aprobó un programa de US$ 135.000 para voltear a Allende. El 27 de junio, al agregar otros US$ 165.000, observó: ‘No veo porqué nosotros tenemos que dejar a un país marchar hacia el marxismo sólo porque su pueblo es irresponsable’ (…) La meta fue aterrorizar al electorado ‘para mostrar que una victoria de Allende arriesgaba la destrucción de la democracia chilena’ dijo (Richard) Helms (ex director de la CIA)”.

“El embajador (Edgard) Korry (representante de Washington en Chile) encontró que el trabajo de la CIA era poco profesional. ‘Yo nunca había visto tan terrible propaganda en una campaña en ningún lugar del mundo’, dijo años más tarde. Yo dije que los idiotas en la CIA que habían ayudado a crear la ‘campaña del terror’ –y le dije esto a la CIA-, deberían haber sido despedidos inmediatamente por no entender a Chile ni a los chilenos”.

“Kissinger instruyó a Helms para sopesar las chances para un golpe. Ellas eran pocas: Chile había sido una democracia desde 1932 y los militares no habían buscado el poder político desde entonces. Helms envió al jefe de estación (de la CIA en Santiago) Henry Hecksher un cable ordenándole establecer contactos directos con los oficiales chilenos que podrían tener recelo de Allende. Hecksher no tenía tales conexiones. Pero él conocía a Agustín Edwards, uno de los más poderosos hombres en Chile.

“Edwards era dueño de la mayoría de las minas de cobre del país (error, a mi juicio, de Weiner, uno de los pocos que he detectado hasta ahora en el texto); su principal diario, El Mercurio, y la planta embotelladora de Pepsi Cola. Una semana después de la elección, Edwards voló al norte a ver a su viejo amigo Donald Kendall, el más alto ejecutivo de Pepsi y uno de los principales apoyos financieros del Presidente (Richard) Nixon.

“El 14 de septiembre, Edwards y Kendall tomaron un café con Kissinger. Entonces ‘Kendall fue a ver a Nixon para pedirle alguna ayuda con el fin de mantener a Allende fuera del poder’, recordó Helms (Kendall después negó ese rol; Helms se mofó de su desaprobación). Helms se reunió con Edwards al mediodía en el Washington Hilton. Ellos discutieron los tiempos para un golpe militar contra Allende. Esa tarde, Kissinger aprobó US$ 250.000 más para la guerra política en Chile. En total, la CIA entregó un total de US$ 1,95 millones directamente a Edwards, El Mercurio, y su campaña contra Allende.

“Esa misma mañana, Helms le había pedido a Tom Polgar, ahora jefe de estación (de la CIA) en Buenos Aires que tomará el próximo avión a Washington y trajera con él al jefe de la junta militar argentina, general Alejandro Lanusse (…) Polgar y Lanusse se sentaron en la suite del director en el cuartel central de la CIA, esperando que Helms retornara de su reunión con Nixon y Kissinger.

“‘Helms estaba muy nervioso cuando regresó’, recordó Polgar , y con buenas razones: Nixon le había ordenado montar un golpe militar sin contarle al secretario de Estado, al secretario de Defensa, el embajador americano o el jefe de estación (de la CIA en Chile). Helms había garrapateado las instrucciones del Presidente en una libreta de notas: ‘Una en diez oportunidades quizás, pero salvar a Chile… Diez millones de dólares disponibles… Los mejores hombres que tengamos… Hacer chillar la economía…

“Helms tenía cuarenta y ocho horas para dar a Kissinger un plan de acción y 49 días para parar a Allende. Tom Polgar había conocido a Richard Helms durante veinticinco años. Ellos habían comenzado a trabajar juntos en la base de Berlín, en 1945. Polgar miró a su viejo amigo a los ojos y vio en ellos un parpadeo de desesperación. Helms se volvió hacia el general Lanusse y le preguntó qué podría hacer su junta para ayudar a derrocar a Allende. El general argentino miró fijamente al jefe de la inteligencia estadounidense. ‘Señor Helms’, le dijo, ‘usted ya tiene su Vietnam. No me haga a mí tener el mío”.


*Carlos Monge Arístegui. Escritor y periodista. Contacto: cma2004@vtr.net

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Sunday, March 02, 2008

Salió el nuevo diario de Lanata


¡Por fin se despejó el misterio! Ya salió a la calle el 2 de marzo, tal como estaba anunciado, el nuevo periódico del creador de Página/12, Jorge Lanata. La criatura se ve robusta: 63 páginas, más un suplemento, Revista C, que también tiene aspecto rozagante. Periodísticamente, se lo ve de buena factura. Y desde el punto de vista formal, tiene un bello diseño, con tipografía clara y amigable, y una onda “revistera” que es propia del estilo Lanata.

Una versión recargada, si se quiere, de Página/12, con profusión de plumas connotadas. Además, por cierto, de innegables toques de audacia y creatividad, como el test de inteligencia para políticos y otras personalidades connotadas. O el valor de la canasta de consumo de bienes y servicios de un lector medio del diario

Al costado derecho del website (www.criticadigital.com.ar), bien destacados, aparecen, por cierto –tal como ya es un estándar aceptado en el periodismo electrónico de todas las latitudes-, blogs apuntando a intereses diversos. Las bitácoras personales, en su gran mayoría, son de producción local, “made in Argentina”, pero también se accede a una de Cuba, la de Yoani Sánchez, nueva celebridad caribeña de Internet, que dice representar a la Generación Y.

¿Por qué lado se bajará Crítica de la Argentina del caballo, desde el punto de vista político? Ésa sigue siendo una gran incógnita. Y tiene que ver, sin duda, con aquello de que el que paga la banda, pone la música... Pero Lanata sabe de antemano que las posturas oficialistas no rentan a priori en estas materias. Por lo que todo hace suponer que el diario será anti Kirchner, no furioso quizás como La Nación o Perfil, pero anti K, de todas maneras. Aunque desde el mundo “progre” y no desde la vereda de la embajada de Estados Unidos.

El primer título de portada fue “Congreso S.A.”. En el fondo, el tema del lobby. O de cómo los legisladores aumentan sus ya de por sí sus nada escuálidos ingresos asesorando a empresas o contratando “directa o indirectamente” con el Estado, puesto que no hay leyes que los inhiban de hacerlo.

En materia de opinión, se ve, a primera vista, bien plural, con columnas de Artemio López, un sociólogo que fue en su momento encuestador oficial de Kirchner (ignoro si lo sigue siendo) o Miguel Bonasso, quien escribe sobre Fidel Castro.

La novedad máxima de la edición on line del diario es que, en una pauta puesta a pie de página y también en una suerte de banner ubicado debajo del título principal, los lectores podrán vislumbrar cuáles serán los temas en los que los periodistas de Crítica están trabajando para el día siguiente. Salvo, claro, cuando se trate de “noticias bomba” o “golpes noticiosos” a los que se quiera resguardar del celo de la competencia.

Veremos qué tal marcha este nuevo experimento, aunque en principio se le puede augurar éxito por la trayectoria de Lanata, la expectativa con la que anticipó su salida (incluyendo trailers en la web y un extenso documental, en formato video, sobre su gestación y nacimiento) y porque los argentinos disfrutan, en definitiva, de la buena prensa papel, ojalá en compañía de un café cortado y medialunas crujientes.

Yo aproveché mi nueva velocidad de conexión de más de un mega para bajarme el primer diario completo y poder revisarlo luego con cuidado. Y ya los tendré al tanto de cualquier otra novedad.

Por lo pronto, aparece como imperdible la crónica sobre el paro de 48 horas que inmovilizó a la SIDE (la Secretaría de Inteligencia del Estado, equivalente a nuestra ANI, pero con más presupuesto y personal), en julio del año pasado. La única que al parecer no paró, en la protesta convocada por demandas salariales y debido a “malos tratos laborales”, fue la sección de escuchas telefónicas (una sección “de urgencia”, por llamarla de algún modo).

El presupuesto de la SIDE, por lo visto, es tan bajo, reclaman los espías argentinos, que “en el área donde se analiza la coyuntura de los países limítrofes, por ejemplo, el presupuesto es tan escaso que el seguimiento de lo que ocurre en las naciones vecinas se hace leyendo los diarios por Internet”.

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