Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Thursday, October 28, 2010

El Presidente que descolgó los retratos de los golpistas






“No voté ni a Néstor ni a Cristina, pero ver a los pobres llorando y a algunos ricos riendo, muestra que hicieron varias cosas bien”.
(@rayovirtual, en Twitter).



Si hay un solo gesto que, a mi juicio, basta para reivindicar la memoria de Néstor Kirchner ése fue el retiro de los retratos de los ex dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone de los salones del Colegio Militar. El acto, de una tremenda potencia simbólica, tuvo lugar en marzo de 2004, a 28 años del golpe de Estado, encabezado por Videla, que derrocó a la presidenta Isabel Martínez de Perón, e inauguró una era negra de represión indiscriminada en Argentina.

Kirchner, acompañado de todo su gabinete, le ordenó al jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini, “¡Proceda!”, con gesto adusto y majestad republicana, y el uniformado procedió a descolgar los cuadros de sus predecesores. A continuación, el entonces mandatario señaló: "Que quede bien claro, el terrorismo de Estado es una de las cosas más sangrientas que le pueden pasar a una sociedad. No hay nada que habilite el terrorismo de Estado, y menos la utilización de las Fuerzas Armadas".

"Vengo a rescatar el espíritu sanmartiniano del Ejército para que juntos podamos reconstruir el país con democracia, pluralidad y justicia social", añadió con voz golpeada.

Por razones protocolares, cuentan las crónicas de ese momento histórico, los únicos aplausos surgieron de los ministros y funcionarios que lo acompañaban. Acto seguido, en aquel mismo día, el 24 de marzo de 2004, el director de Inteligencia Militar, general Jorge Cabrera, presentaba su renuncia al ministro de Defensa de la época, José Pampuro.

Ese poderoso gesto quedó grabado a fuego en la memoria de los argentinos y de no pocos latinoamericanos que vieron en él una expresión concreta de la subordinación del poder militar al poder civil en un país cuya transición a la democracia no estuvo exenta de amenazas de retroceso.

Como ejemplo, basta mencionar los alzamientos “carapintadas” contra Raúl Alfonsín, que culminaron con dolorosas transacciones. Y el doble juego de Carlos Menem, quien junto con reprimir a los sectores más extremos y fundamentalistas de las Fuerzas Armadas (entre ellos a Mohamed Seineldin, líder de las asonadas contra Alfonsín), concedió lo que el grueso de la corporación castrense le exigía: las leyes de impunidad y obediencia debida para ser aplicadas en favor de los cruzados de la “guerra sucia”.

Pero Kirchner no fue sólo el gran reivindicador del peronismo de izquierda de los 70, un relato histórico que parecía perdido luego de que en los 90 Menem llegara al poder arropado en la vieja retórica populista para después dedicarse a privatizar todo lo que pudo, en una década en la que el cambio uno a uno del peso y el dólar sumió a los argentinos en la conformista farra de la “pizza con champán”.

Además de ser portaestandarte de una generación a la que se quiso exterminar de modo sistemático, el “Pingüino”, llegado desde el sur, tras doce años de eficaz administración de la provincia de Santa Cruz, de la cual fue gobernador, reconstruyó el pacto de sangre del peronismo con el pueblo llano, con los ciudadanos de a pie que vieron en él a un líder comprometido de verdad con su causa.

Y aquí vale la pena una digresión: los chilenos, ignorantes como, en general, somos de lo que ocurre más allá de nuestras narices, solemos anatemizar al peronismo como una doctrina de inspiración nazi-fascista que alimenta el siempre repudiable “populismo”.

Lo cierto es que el peronismo es algo mucho más complejo que eso. Y más allá de las caricaturas, los argentinos saben muy bien que cuando su país estaba en llamas, en la crisis posterior a la dimisión del radical Fernando De la Rúa, que generó tres presidentes en un año, el único sector político que pudo juntar los restos de la nación desintegrada y devolverle gobernabilidad al país fue el peronismo.

Conviene, entonces, ser cuidadoso en los análisis y no aplicar enfoques binarios, en blanco y negro, a realidades que se rigen por códigos bien distintos a los nuestros.

Néstor Kirchner fue también un hombre confrontacional, qué duda cabe. Dejó el poder en 2007, pero no sin antes instalar a su esposa, Cristina, en la Casa Rosada. Y en junio de 2008, ambos enfrentaron a la llamada “rebelión del campo”, cuando quisieron aplicar retenciones a los exportadores de granos y se echaron a medio país encima.

Y ahora último, después de que a mediados de 2009, perdieran la mayoría en el Congreso, los K, siempre fieles a la consigna de que la mejor defensa es el ataque, se lanzaron a una quijotesca batalla contra Papel Prensa, el consorcio formado por los dos grandes diarios trasandinos, La Nación y Clarín, en nombre de la diversificación de las fuentes informativas y de la democracia comunicacional.

Arremeter de frente contra enemigos poderosos parecía estar en el ADN del hijo de un cartero descendiente de suizos y una madre chileno-croata. No por nada enfrentó sin temores a los poderosos capitales españoles beneficiados por las privatizaciones de Menem, y amparados por el Partido Popular y el PSOE.

Tampoco tuvo problemas en echar a pique el ALCA en la Cumbre de Mar del Plata, donde hizo pasar malos momentos a George W. Bush, de la mano de Evo Morales y Chávez. Y menos le tembló el pulso a la hora de ponerse en la vereda de enfrente del FMI, cuando lo quisieron apretar con el tema de la deuda externa pendiente o las cuentas fiscales.

Su audacia tuvo premio, pero al mismo tiempo le presentó una inevitable factura. Para pocos cabe siquiera alguna duda de que la política fue su pasión de tiempo completo y en no escasa medida fue minando una salud ya de por sí complicada. “La muerte no consagra a nadie ni lo mejora, pero permite ver a quién le resulta más dura”, escribió hoy en La Nación, Beatriz Sarlo, una intelectual que jamás adscribió a sus ideas, pero que le dedicó una necrológica llena de admiración ante su consecuencia.

Ver a masas de viejos y jóvenes, hombres y mujeres, militantes de izquierda y sindicalistas más bien de derecha, conmovidos por la partida de Lupín (así lo apodaban sus amigos de juventud, en su Santa Cruz natal, debido a su parecido físico con el aviador aventurero de una historieta de sus años mozos) y llorando su muerte en las calles, confirma y evidencia a las claras a quienes más les dolió su deceso.

Y eso es suficiente para que yo, al menos, me incline ante su féretro con respeto.

Sus enemigos de ayer y de ahora podrán repetir viejas y variadas acusaciones. Que se enriqueció en el ejercicio de cargos públicos (lo que no está probado, pues buena parte de su fortuna personal de US$ 14,5 millones, la hizo con negocios inmobiliarios como abogado). Que debió establecer alianzas espurias con buena parte de la corrupta dirigencia sindical (lo que sí está probado). Y que siempre subordinó la política exterior argentina a los vaivenes de la política interna, como lo evidenciaron sus entredichos con Chile por el gas y con Uruguay por la planta de celulosa.

En el caso particular de los chilenos, se nos recordará, además, en todo momento, que fue un “duro” tanto en el conflicto del Beagle como en el de Campos de Hielo Sur. Pero no es un dato menor el hecho de saber que por ser hijo de chilena y representante de una provincia patagónica, tal vez estaba forzado a jugar ese papel.

No obstante, en la suma y la resta de factores, el balance, en mi modesta opinión, es positivo. Para mí, el Kirchner que quedará en la historia es el que tuvo el coraje de hacer descolgar los retratos de los golpistas del lugar donde se forman las nuevas generaciones de militares. Y eso no es poco. Sobre todo mirado desde un país donde el retrato de Augusto Pinochet todavía forma parte de la galería de cuadros que antecede a la oficina del comandante en jefe del Ejército.

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Tuesday, October 26, 2010

El último blooper de Piñera

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Monday, October 25, 2010

Abducido por Twitter


Debo a una explicación a la docena de fieles lectores que, inexplicablemente, visitan cada día este blog sumido desde hace tiempo en el abandono. Así es. Ocurre que hace ya un par de meses diversas ocupaciones me han mantenido alejados de esta precaria trinchera del pensamiento. Y donde había vida y renovación -no diré diaria, ni siquiera semanal, pero de alguna forma periódica-, hoy sólo crecen desfallecientes yuyos y se amontona polvo, como patética metáfora del olvido.

¿Qué ocurrió?, preguntarán ustedes. Bueno, hubo un Mundial de Fútbol, una mudanza de país, un terremoto y otras circunstancias aleatorias que me empujaron a la desidia. Mas la verdad de fondo (y debo confesarla abiertamente) es que, cual un varón infiel, abandoné este formato por otro -joven y atractivo- que apareció de pronto y que me cautivó con sus veleidades de juguete nuevo. Me refiero a Twitter y sus implacables 140 caracteres.

El tuiteo, afrontado primero con una suerte de curiosidad malsana, se transformó en una fuerte adicción que perturbó mi vida cotidiana en todas sus expresiones, alterando mi sociabilidad, mis relaciones familiares y hasta el ciclo del sueño. Llegué hasta a trastabillar y a darme más de un suelazo, por culpa de esa impenitente manía de andar escrutando el IPhone para ver que se tejía en la red social, que terminó por envolverme y maniatarme.

En fin. No abundaré en detalles. Como sea, quizás para tener el triste consuelo de no haber incurrido en una estúpida pérdida de tiempo, voy a mencionar a continuación algunos de los tuiteos que escribí durante mi ausencia de este blog. Son los pocos que merecen ser rescatados de ese río de palabras inútiles que se expresa a través de Twitter. Y que no tienen vocación alguna de eternidad o persistencia, limitándose a ser como instantáneas o polaroid que buscan registrar una fugaz idea.

Los reproduzco a continuación, aunque aclaro que el blog seguirá vivo, por más que ahora yazca en estado de temporal somnolescencia. Creo que hay ciertas cosas que no caben en el estrecho formato de los malditos 140 caracteres. Y para eso reservaré este espacio, como un confesionario más acogedor y amable, donde encuentro amigos incondicionales que están conmigo en las buenas y en las malas.

Tuiteos seleccionados al azar y en estricto desorden cronológico:

-Alguien dijo que el capitalismo funciona en base a dos cosas: codicia y miedo. La codicia está privatizada, El miedo es de dominio público.

-Piñera le puso la tapa al túnel que salvó a mineros. Espero que no sea parte del discurso amnésico de cerrar las heridas y mirar al futuro.

-Chile, otro ejemplo del capitalismo del desastre. Patrones provocan cuasitragedia con su desidia y luego culpan a Estado x no supervisarlos.

-Pensar que una mina va a ser la causa de la súbita celebridad internacional de Sebastián Piñera...

-Keith Richards dice que era "muy meticuloso" con la heroína que se metía. La verdad es que no sabía que el 'caballo' venía en supositorios.

-Veo a algunos mineros candidatos a diputados y otros en el circuito Susana Giménez-Pelotón-Sábado Gigante-Morandé y Cía. Ojalá me equivoque.

-Tu tan kamón y yo tan Nefertiti...

-Cuando un asesor top de Bachelet elogia a Golborne, es señal inequívoca de que las cosas en el refugio no están bien para la Concertación.

-Concurso público: ¿Qué van a hacer los gobiernos europeos con las piedritas que les llevó de regalo Sebastián Piñera? Se aceptan sugerencias

-Yo creo que el gesto "kirsch" de SP de llevar las piedras va a contribuir al desarrollo del humorismo europeo a costillas nuestras...

-En el 68 decían: Desconfía de cualquiera mayor de 30 años. Hoy dicen: No queremos vivir peor que nuestros padres. Franceses contradictorios!

-Ministra Merino saldrá eyectada del gabinete en la Fénix 2. Admitió que hubo indicios de derrumbe en la mina y después se desdijo.

-No es que yo sea ácido. Es el país el que es edulcorado.

-Política exterior de Chile me recuerda La balsa de piedra de Saramago: un país que quiere desprenderse de su geografía para ser Primer Mundo

-Si uno le cree a Piñera, en Europa nos está yendo super bien El problema es que Chile está ubicado en Sudamérica, les guste o no a algunos.

Como verán, he estado dominado por los condicionamientos de la coyuntura. El rescate de los 33 mineros en Atacama es el tema que más he frecuentado. La razón es muy obvia: el ser social determina la conciencia, y vivo en una comarca donde el gobierno es tan omnipresente que gobierna y se hace oposición a sí mismo al mismo tiempo.

Sé que no pasaré a la historia como un Montaigne. Ni siquiera como un La Rouchefoucauld, ciñéndome al género más aforístico. Pero al menos ejerceré con fuerza y entusiasmo mi sagrado derecho al pataleo. Así que si les interesa saber en qué estoy, deberán alternar de ahora en más la lectura de este blog con mi cuenta de Twitter: @artemiolupin.

Mi consigna de marketing es muy clara. Como dijo el ínclito y nunca bien ponderado Carlitos Menem: "Siganmén, no los voy a defraudar..."

Hasta pronto.

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