Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Wednesday, September 19, 2007

En defensa de Blest Gana


Cae en mis manos un quincenario humorístico. En sus páginas de reseña literaria, descubro una sección muy edificante, que sin duda tiende a elevar aún más el nivel cultural de los chilenos. Ya de por sí muy alto, si se considera que hasta nuestro ministro de Hacienda, ocupado como está en tareas mayores, tiene tiempo para incursionar en las lides literarias, a través de una novela –“Lugares comunes” –, injustamente repudiada por la crítica.

¿Su nombre? (el de la sección, claro): “Pitéate un libro”. Un portento de originalidad que indica sin ambages lo al revés que están las cosas en nuestro país, donde un medio que se reivindica progresista no tiene ningún problema en enarbolar la bandera del oscurantismo. En el recuadro en cuestión, un lector despotrica contra “El loco Estero”, de Alberto Blest Gana. Libro de lectura obligatoria, indica, en los colegios. Y que le resultó tan indigesto como “Martín Rivas”, que es, acota, “igual de fome”. Libros “pajeros”, añade, que sólo han contribuido a adormecer mentes.

Por una rara casualidad, en estos días estoy leyendo “Los trasplantados”, novela del mismo autor que analiza con maestría y gran arte de narrador la vida de los “rastacueros” latinoamericanos en París, en el siglo XIX. La expresión rastacuero proviene de la palabra gala “rastaquoère”, que en su primera acepción significa vividor, pero era empleada usualmente en su época para referirse a los ricos del Nuevo Mundo que llevaban un tren de vida rumboso y derrochador en la llamada “Ciudad Luz”.

Y debo decirle al lector aquel, que seguramente forma parte del altísimo porcentaje de chilenos que no entienden lo que leen, que está profunda y fatalmente equivocado.

Blest Gana, hijo de un médico irlandés y militar en su juventud, tuvo la gran oportunidad de perfeccionarse en Francia gracias a su profesión de soldado. Una vez que colgó el uniforme pretendió, en modesta escala (aunque yo creo que en un tono nada menor), emular a Honorato de Balzac, el genial creador de la Comedia Humana, esa galería inagotable de personajes que recreaban los clásicos estereotipos de los que está poblada la vida misma de todos los tiempos, y que retrató a su época, probablemente, como nadie.

Gracias a Blest Gana tenemos hoy “Durante la Reconquista”, el vívido cuadro de una era oscura y liminar de nuestra nación, cuando mandaba Marcó del Pont y los Talaveras (la policía política de los realistas) hacían de las suyas. Aparte de los textos ya mencionados que permiten vislumbrar lo que era el Chile de sus primeros años como nación independiente, con una riqueza descriptiva que ya quisieran para sí muchos historiadores.

Dedicado a la diplomacia a partir de 1866, tras ser regidor de Santiago e intendente de Colchagua, tuvo, sin embargo, la sabiduría y el buen tino de quedarse en el extranjero luego de su retiro de la función pública y no volver nunca más a este país, en general ingrato con sus máximas figuras. Se salvó, entonces, del “pago de Chile” y del chaqueteo, práctica tan común en estas latitudes.

Por mi parte, debo confesar que siempre he disfrutado su obra. Desde el “Martín Rivas”, en versión de telenovela con Héctor Noguera como el joven provinciano que llega a la capital y Silvia Santelices como Leonor, la joven de la cual se enamora, hasta “El Loco Estero”, en el mismo formato, cuando la televisión universitaria tenía aún la ilusión de que alguna manera podía contribuir a la ilustración pública.

Pipiolos y pelucones, la disyuntiva de siempre en nuestro país, que se repite con ligeras variantes en las distintas generaciones. Don Dámaso y Rafael San Luis, enfrentados en una gran aldea que todavía al parecer no despierta de la larga siesta colonial, pese a las revoluciones exitosas o frustradas que sacuden de vez en cuando, como un sismo cíclico, la modorra habitual.

En esto estaba, indignado contra el “crítico” de marras, que pretendía cargarse de un plumazo a una gloria nacional, cuando descubrí en el diario otra noticia que hizo arder la sangre en mis venas.

Ocurre que a propósito del “maletín literario”, loable iniciativa anunciada por la Presidenta Bachelet en mayo pasado, que tiene como fin acercar textos importantes a quienes no pueden habitualmente adquirirlos, se convocó a un grupo de escritores para que postulen los libros que ellos estimen relevantes.

La mayoría de las propuestas apuntan a lo esperable: Neruda, Parra, Manuel Rojas. Alguno de ellos hasta propuso a Borges, como quien descubre a América en el mapa. Pero hubo también una proposición que considero francamente impresentable: Alberto Fuguet incluyó, entre sus sugerencias, un libro de Tim Burton, “La melancólica muerte de Chico Ostra”, de editorial Anagrama.

No he leído el libro en cuestión y puede que se trate de un monumento literario similar a “En busca del tiempo perdido” o el “Ulises” de Joyce. No obstante, pienso que un director de cine como Burton, con todo el aparato promocional de Hollywood a sus espaldas, no necesita del respaldo financiero del Estado de Chile para promover sus creaciones. Esto sería, a mi juicio, tan ridículo como incluir en el maletín a Harry Potter o a Corín Tellado.

En todo caso (y he aquí el link que une a Blest Gana con Fuguet; el único posible, por otra parte), su actitud me pareció la propia de los modernos “transplantados”.

Aquellos que en nombre de la globalización nos llaman a renegar de los naturalismos y criollismos de vieja data para unirnos a la asimilación acrítica de los productos culturales de las metrópolis. Y que tal como ayer nos invitaban, con acento afrancesado y siútico, a dejar de pintar la aburrida aldea local, hoy nos proponen el modelo de Mc Ondo –con “mac” como apóstrofe y entonación gringa– para renegar de lo poco que nos queda de lo nuestro.

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Saturday, September 01, 2007

Otra diosa del blues



Estoy prendado de la voz de esta mujer. Se llama Madeleine Peyroux. La canción es "Careless love". Y el video corresponde a una presentación en Vitoria, País Vasco, en 2005. Sólo escúchenla y disfruten...