Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Monday, March 10, 2008

Las advertencias del 11/9 que la CIA desoyó


Después de la implosión del sistema soviético, la CIA –explica "Legacy of Ashes", el documentado libro del periodista estadounidense Tim Weiner que pasa revista a su trayectoria como organización- sufrió un dramático “bajón” en su accionar.

Muchos agentes y analistas emigraron al sector privado, y en general la comunidad de inteligencia de Estados Unidos se resintió en todas sus líneas antes de que apareciera en forma clara un nuevo enemigo: el fundamentalismo islámico, para reemplazar al “ogro” mayor de la Guerra Fría, el comunismo, como adversario a batir.

George Tenet, director de la Agencia de julio de 1997 a julio de 2004 (fue designado por Bill Clinton y luego ratificado en su puesto por su sucesor, George W. Bush), olía un desastre en el aire cuando se hizo cargo de “la Compañía”.

Diversos síntomas indicaban que algo grande estaba por pasar, pero la CIA no fue capaz de anticipar lo que vendría y de este modo cumplir con su misión: ser los ojos y oídos de la Casa Blanca y adelantar escenarios críticos que pudieran afectar a la seguridad nacional de EEUU.

Un analista, sin embargo, salvó su pellejo y su propio prestigio ante la historia. El oficial de carrera Russ Travers publicó en el verano de 1997 en el “house organ” de la Agencia, Studies in Intelligence, un artículo titulado “La falla en inteligencia que está por venir”.

En el mismo señalaba que las habilidades estadounidenses para reunir y analizar inteligencia estaban de capa caída. “Por años, escribió, los líderes de la inteligencia americana han estado insistiendo en que ellos estaban poniendo a la Agencia en el camino correcto –reseña Weiner-. Esto fue un mito”.

“Ajustamos y pusimos a punto nuestras estructuras y marginalmente cambiamos nuestros programas… Conseguimos que las sillas de playa sobre la cubierta del Titanic estuvieran aseadas y agradables (la cita es de Travers). Pero “estamos empezando a cometer más y mayores errores más a menudo, (pues) nos hemos alejado de los principios básicos –la recolección y análisis imparcial de los hechos”.

Él incluso ofreció una profecía que demostró ser muy digna de crédito para los futuros líderes de la CIA:

“El año es 2001 –escribió-. A comienzos del nuevo siglo, los análisis se han transformado en peligrosamente fragmentarios. La comunidad (de inteligencia) puede aún recolectar ‘hechos’, pero el análisis hace tiempo ha sido sobrepasado por el volumen de información disponible y ya no es capaz de distinguir entre hechos significativos y ruido de fondo.

“La calidad del análisis se ha convertido crecientemente en un elemento bajo sospecha. La información está ahí, pero hemos fallado al momento de reconocer su relevancia”.

“Desde la ventajosa posición del 2001, la falla en inteligencia es inevitable”, predijo Travers, con una precisión casi matemática.

En paralelo, en julio del año 2007, cuando la Agencia celebraba su quincuagésimo aniversario, Richard Helms, el ex director de la CIA que planificó el golpe de estado contra Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile, le confidenciaba sus temores a Weiner:

“La única superpotencia remanente no tiene suficiente interés en lo que está pasando en el mundo como para organizar y conducir con éxito un servicio de espionaje. Hemos ido a la deriva en esto como país”, advertía, como si también tuviera a su alcance una bola de cristal para ver o adivinar el futuro.

Otro alto funcionario de la inteligencia de EEUU, Porter Goss, emitía, asimismo, por su parte, señales de alerta que nadie pudo descifrar a tiempo:

“La inteligencia no es sólo para la Guerra Fría. Cuando uno piensa en Pearl Harbour (el sorpresivo ataque japonés en el Pacífico Sur que desató la intervención norteamericana en la Segunda Guerra Mundial), puede entender el por qué. Las sorpresas desagradables están ahí afuera”.

Pocos meses después, en mayo de 1998, la CIA no tuvo la capacidad de detectar que la India haría explotar una bomba nuclear, poniendo más hierro al conflicto que la enfrente históricamente con su país vecino, Pakistán, situado a su vez en el vórtice de enfrentados y reñidos intereses.

“Las personas comenzaron a tener –Weiner dixit- premoniciones de una catástrofe”. “La probabilidad del fracaso en materia de advertencia de hechos de carácter cataclísmicos está creciendo”. Así lo dejó asentado por escrito la sucesora de Tenet en el Consejo de Seguridad Nacional, Mary McCarthy. En un reporte desclasificado poco después del test nuclear indio, auguraba: "Disaster looms! (¡El desastre se avecina!)".

El último eslabón fue el ataque con bombas contra las embajadas de EEUU en Kenya y Tanzania, en agosto de 1998, con un saldo de cientos de muertos y miles de heridos.

Como respuesta, Tenet, basado en información que probó ser poco fiable, indicó como blancos para una represalia a Clinton y al Consejo de Seguridad Nacional un campamento en Afganistán, donde estaría Osama bin Laden, y una planta en Sudán, donde se fabricaría el gas nervioso VX, de acuerdo al reporte de un informante egipcio.

Ambos blancos resultaron ser un fiasco. El ataque con misiles crucero en Afganistán sólo mató a cerca de 20 pakistaníes y el lanzado contra Sudán redujo a escombros a una fábrica de productos farmacéuticos, eliminando a un vigilante nocturno.

Tres semanas después, un compungido Tenet reunió al resto de los líderes de la comunidad de inteligencia y juntos acordaron “cambios sustanciales” en el modo en que EEUU recolectaba, analizaba y producía información.

Si ello no se hacía, dijeron, el resultado sería una “catastrófica y sistémica falla de inteligencia”. La fecha de la reunión: septiembre 11 de 1998, exactamente tres años antes del mortal ataque de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

*Carlos Monge Arístegui. Escritor y periodista.

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