Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Friday, May 14, 2010

Vergüenza ajena


Veo en la televisión chilena extractos de la presentación del ¿cantante? Miguel Piñera en el programa de Marcelo Tinelli, “Bailando por un sueño”, que sale al aire en Buenos Aires. ¿Qué decir sobre ese engendro que no suene a lamento patético o perorata de tonto grave? Nada. En rigor, no habría que decir nada, sino dejar que se licuara en la intrascendencia de una tontería más emanada del universo catódico…

Pero la verdad es que la indignación me brota por todos los poros. Y decido que tengo que escribir algo, en un blog al que tengo severamente abandonado desde -¡oh coincidencia fatal!- la derrota de la Concertación, que me sumió en una especie de estado de estupefacción y letargo del cual recién vengo saliendo.

Voy a describir, tratando de no hacer demasiados comentarios, lo que mis ojos vieron en la pantalla. Un cincuentón excesivamente maquillado y vestido con ropajes amplios, de tono oscuro luctuoso, con el propósito, imagino, de ocultar un exceso de peso galopante. El mismo señor, con una suerte de boina que, supongo, tiene como fin ocultar cierta calvicie que desentonaría con las mechas largas y teñidas que emergen por los costados del gorro.

Gruesas cadenas plateadas, al estilo rapero, alrededor del cuello, con el símbolo de la paz de los hippies, y cruces diversas. Lo que da pie a Tinelli para preguntarle al presunto bailarín si es católico, ante lo cual asiente y agrega “soy cristiano”, como si hubiera alguna diferencia radical entre una cosa y la otra.

Entre un bloque y otro, publicidad de por medio, Miguel Piñera canta, si es que acaso se puede denominar de ese modo, su tristísima y desafinada interpretación de la canción “La guitarra”, del grupo argentino “Los Auténticos Decadentes”. “Yo no quiero trabajar, no quiero ir a estudiar… Quiero tocar la guitarra todo el día y que la gente se enamore de mi voz...”.

Luego aparece una bailarina, simpática y buenamoza -aunque estilo “mignoncito”, para que a su lado Piñera se vea, en cierta forma, imponente- que procede a sacudir su bello cuerpo al impulso del ritmo del reaggetón. Mientras el “entertainer” chileno, hace las veces de algo así como un caño de local de streap tease para que la rubia revolee su provocativa humanidad a su alrededor.

La chica mueve el culo con una destreza impresionante como si jugara a provocar al poste vestido de negro que permanece semiestático a su lado, apenas jugando a ensayar una tibia sonrisa para despertar la conmiseración del público y el jurado.

Termina el número, por llamarlo de algún modo. Aplausos, risas, incredulidad… “El Negro”, socio activo del Opus Night, pide a Tinelli una ambulancia, equipada de preferencia con algún pulmón mecánico.

Los jurados siguen el juego de la charada, y en buena onda le proponen que tome pisco, aunque Piñera afirme que sólo está bebiendo agüita mineral. Desde la galería del estudio, su novia, Belén, que es rioplatense, lo mira embobada, rodeada de un par de niños que sostienen sendas banderas argentinas y chilenas.

Uno de los jurados indica que no puede creer lo que he visto. Yo tampoco. Y pienso, para mis adentros, que ojalá en el futuro no estalle ningún diferendo político entre Argentina y Chile. Porque si llegara a aparecer algún problema, claramente no nos van a tomar en serio, considerando el hermanito que se gasta nuestro Presidente.

Ya lo sé. Uno no elige a los hermanos ni a los parientes. Le caen encima como un don del cielo, los quiera uno o no. Pero sería prudente que Sebastián Piñera, que encarna la institución presidencial en estos momentos en Chile, intentara influir sobre su brother para que éste no anduviera dando lástima por los escenarios del mundo.

Digo yo, por una cuestión de prudencia, nada más… Bill Clinton tenía, en sus buenos tiempos como mandatario, un hermano que se paseaba por los estudios televisivos dando entrevistas como personalidad alternativa o “clase Z”. Pero lo hacía con cierta altura, reconozcámoslo, al lado de las payasadas de Miguel Piñera.

Por otro lado, estas ridiculeces ni siquiera están motivadas por la imperiosa necesidad de ganarse la vida, ya que “Tatán” ha admitido que le prometió a su madre hacerse cargo del punto negro de la familia cuando sus padres ya no estuvieron más para respaldarlo.

Así que, Sebastián, por favor, líbranos del escarnio y la vergüenza ajena. Mándalo, por ejemplo, de corresponsal de Chilevisión a Cancún, mientras ese canal todavía esté bajo tu influjo como accionista principal y controlador. O consíguele un “pituto” en “Wild on”, ese programa del cable donde unos señores que parecen ser los pontífices del carrete embriagan a turistas americanas para que exhiban sus tetas ante el respetable público.

Espectáculo, sin duda, más digno y más respetable, que el de tu hermano bailando en televisión…

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1 Comments:

Blogger Rene Ramirez said...

Solo `para comentar uno de los párrafos

"Lo que da pie a Tinelli para preguntarle al presunto bailarín si es católico, ante lo cual asiente y agrega “soy cristiano”, como si hubiera alguna diferencia entre una cosa y la otra".

En mi opinión sí existen diferencias. Los cristianos creen en Cristo, valga la redundancia, y sus principios de igualdad, solidaridad, fraternidad, benevolencia, etc., etc., (dudo que estos valores los practique el hermano de SP) y puede o no ser católico, que es aquel que sigue los preceptos de la Iglesia Católica, una de las expresiones del mundo cristiano. Uno es más universal, el otro es más específico.

Se puede decir que todo católico es cristiano, pero no que todo cristiano es católico.

Saludos,

René Ramírez V.

12:51 PM  

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