Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Thursday, February 11, 2010

Diez comparaciones falsas entre Brasil y Chile


A partir del reciente y ajustado triunfo del candidato de la derecha Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales en Chile, la prensa de oposición al gobierno de Lula (la parte mayoritaria de la prensa brasileña, dicho sea de paso…) ha ofrecido una suerte de festín comparativo en el cual aprovechan la lección chilena para sacar cuentas alegres a favor de la candidatura del “tucano” José Serra, actual gobernador de Sao Paulo.

Dichas comparaciones se basan en una serie de falacias, que trataremos de analizar una a una:

1) La popularidad de los Presidentes no es endosable a sus candidatos.
Según las últimas encuestas de opinión, la Presidenta Michelle Bachelet goza de un 83% de apoyo ciudadano en Chile a su gestión que culmina el 11 de marzo, mientras que Lula alcanza un nada desdeñable 81% de adhesiones en Brasil. La endosabilidad o no de los apoyos ignora un dato fundamental: en Brasil el Presidente puede solicitar una licencia temporal en su cargo para apoyar directamente desde los “palanques” de la campaña electoral a su candidato favorito. Lo cual es un factor bien importante para tener en cuenta. En Chile, en el período que antecedió a la segunda vuelta o “ballotage” de las elecciones presidenciales (del 13 de diciembre al 17 de enero), la Presidenta entró de lleno en la disputa al declarar que no daba lo mismo quien ganaba los comicios y que todo el mundo sabía quién era su candidato, pero esto no tiene el mismo peso, desde luego, de un mandatario en funciones diciendo claramente a quien postula él como su heredero. En Brasil, por su parte, la última encuesta CNT/Sensus muestra a la ministra Dilma Rousseff con un 23,5% de intención de voto, contra el 16,3 que tenía en marzo, y a Serra cayendo de un 45,7 a un 40,4, en el mismo período de tiempo.

2) Un candidato con poco carisma e impuesto desde arriba es necesariamente un candidato fracasado.
Es un dato de la causa, y nadie lo discute, que uno de los factores que favoreció en Chile la fractura del bloque progresista fue la elección en “primarias truchas”, para decirlo de una manera elegante, del candidato presidencial de la Concertación. La candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle surgió de un acuerdo cupular de los principales partidos concertacionistas (sólo se opuso el Partido Radical, que levantó una candidatura alternativa). Y también del hecho de que dos potenciales candidatos, como Ricardo Lagos y José Miguel Insulza, renunciaron por voluntad propia a su opción. Cabe destacar, sin embargo, que el candidato de la Coalición por el Cambio (ex Alianza por Chile) también fue elegido “a dedo” por las cúpulas de la UDI y RN, herederos políticos de la dictadura militar. Esto no disculpa el “pecado original” en que incurrió la Concertación al gestar una candidatura entre gallos y medianoche, pero es un dato que debe ser tenido en cuenta. Otro punto importante: cuando en el segundo turno se impone un escenario plebiscitario, que hizo recordar al del Sí y el No a la permanencia de Pinochet en el poder en 1989, el candidato Eduardo Frei subió su votación de 29,9 a 48,3 por ciento, quedando a sólo tres puntos porcentuales de Piñera en el conteo final.

3) La Concertación, al igual que el gobierno del Presidente Lula, sólo se habría dedicado a administrar, casi sin retoques, un modelo económico heredado, por lo cual el pueblo, prefiriendo el original a la copia, habría decidido dar marcha atrás.
Todos los datos empíricos, con los que se pueden medir las marchas y las tendencias de la economía, indican que ello no es así. Las sucesivas administraciones de la Concertación redujeron la pobreza en forma sustancial, y ello no es producto exclusivamente del “chorreo” de la riqueza de los sectores más adinerados, como afirmaban los economistas afines a la dictadura. Hubo políticas públicas dirigidas y focalizadas hacia lograr el objetivo de reducir la pobreza y la indigencia, aun cuando la rigidez del modelo económico heredado y el empate político que subsiste, en gran medida, en Chile, a más de 20 años del fin de la dictadura, imposibilitaron que se dieran otros pasos importantes hacia la reducción de la desigualdad, como se han dado en Brasil, donde en los últimos años al menos 30 millones de habitantes han sido incorporados al consumo.

4) La Concertación habría sido víctima de los cambios sociales que ella mismo generó (tesis que, como queda en evidencia, entra en abierta contradicción con la anterior, que habla de reformas meramente cosméticas). Y se habría equivocado fatalmente al proponer en su programa de gobierno “más y mejor Estado”, cuando el espíritu de los chilenos estaría empapado, a esta altura del partido, del más puro y duro neoliberalismo.
Con la Concertación se habrían consolidado una serie de profundas transformaciones en el tejido social y cultural chileno. Es lo que algunos sociólogos han llamado la irrupción de una clase media aspiracional a la que se denomina bajo el apelativo de “los Faúndez”, aludiendo a un spot publicitario que en su tiempo mostraba a un “maestro chasquilla” (vale decir, un trabajador manual multifuncional) que actuaba por cuenta propia y multiplicaba sus negocios a partir de que contaba con un teléfono celular. Esos microempresarios, que no alcanzan siquiera la talla de una Pyme, habrían sido seducidos por el discurso ganador de este empresario multimillonario, que aspira a hacer del Chile del Bicentenario un país desarrollado. La ilusión del “libremercadismo” es que cualquier pinganilla podría repetir su historia de éxitos, basada en el sacrificio y en el esfuerzo (y también en algunos casos de información privilegiada sobre el mercado, como a cierta prensa aguafiestas le agrada recordar…). Sobre todo si se piensa que Piñera es un hombre hecho a sí mismo, aunque también es cierto que nació en un medio social que le proporcionó valiosas redes de contactos y una educación de excelencia.

5) El triunfo de la derecha se debe a la natural alternancia que debe existir en un régimen democrático. Que gobiernen los mismos por períodos prolongados no es saludable ni sano para las buenas prácticas cívicas. Y, además, engendra corrupción y clientelismo.
Eso de la alternancia, no se lo creen ni ellos. Cuando constituían la base civil de los golpes de Estado en Latinoamérica, el tema de la alternancia bien que los tenía sin cuidado. Por otro lado, la corrupción y el clientelismo no son prácticas monopolizadas por ningún sector político en particular. En las municipalidades que están bajo dominio de la UDI y RN también ha habido casos de escándalos que han salido a la luz pública. Y en el Distrito Federal de Brasil (esto es, en Brasilia), el gobernador, José Roberto Arruda, militante del DEM (el antiguo PFL, que apoyó a los militares), está acusado de recibir dinero negro de una “caja dos” organizada por empresarios beneficiados con licitaciones estatales.

6) Las políticas exteriores erráticas (léase, no alineadas automáticamente con Estados Unidos) y condescendientes con las dictaduras (Irán, en el caso de Brasil, y Cuba, en el de Chile…) terminan por situar a ambos países en terrenos ambiguos y casi a la vera del “populismo” chavista.
Respuesta para estos “nuevos demócratas”, estilo Oppenheimer o Vargas Llosa: Al parecer sólo está permitido llevarse bien con dictaduras como la que se entronizó recientemente en Honduras, al derrocar a un Presidente constitucional (Manuel Zelaya) y legitimarse luego a través de una supuesta salida institucional por medio de elecciones muy cuestionadas.

7) El discurso del cambio es un discurso imbatible. Por más que los chilenos y los brasileños sientan que Lula y Bachelet lo han hecho bastante bien, enfrentados a crisis económicas internacionales que han golpeado colateralmente a ambos países (y así lo manifiestan en todos los sondeos de opinión), se necesitaría “sangre nueva” para revitalizar modelos agotados.
El cambio por el cambio no siempre es bueno. También puede ser la bandera de la reacción y de los intereses creados. Por otro lado, no sé que tan nuevos son los postulados de los que prometen renovación y mudanzas. En Chile han debido reconocer que muchas de las obras que realizó la Concertación constituyen importantes avances, y que ellos no pondrán la marcha en reversa en muchos casos. Por ejemplo, admiten los importantes pasos dados en materia de protección social (a través, por ejemplo, del pilar solidario que introduce equidad en un sistema previsional que hasta hace poco tiempo era ultraliberal e individualista), y dicen que están decididos a ampliarlos hacia la clase media. Pero no explican por qué, por ejemplo, a ellos nunca se les ocurrió llevar adelante este tipo de reformas. En Brasil, seguramente, tampoco nadie en su sano juicio propondrá revertir iniciativas como el PAC o el Plan Bolsa Familia…

8) La fractura de los bloques progresistas, expresada por la vía de múltiples candidaturas, que vendrían a dar cauce a reivindicaciones ecologistas, generacionales o simplemente disruptivas del discurso oficial de la centro-izquierda, permitirían el triunfo de la centro-derecha, en base a aquella propuesta que forma parte del ABC de la política: “Divide y reinarás”.
En Chile la candidatura de Marco Enríquez-Ominami, si bien expresó en algún momento cierto hastío y decepción con formas cupulares y oligárquicas de hacer política, terminó diluyéndose en la ambigüedad de un abanderado que debía hacer ejercicios casi funambulescos de equilibrio para no enemistarse con sus bases de sustentación y apoyo, que en algunos casos tenían intereses radicalmente antagónicos. La tardía y errática adhesión de Marco a la candidatura de Frei, en la segunda vuelta electoral, donde inclusive evitó llamarlo por su nombre para que no pudiera reproducirse ese apoyo en la franja electoral freísta, al final se transformó en un balazo en el pie, pues lo hizo quedar mal con moros y cristianos. Y anuló por el momento -y por un buen tiempo- sus posibilidades de constituirse en una alternativa factible de rearticulación del progresismo y de recambio de los liderazgos. En Brasil, en tanto, tenemos a la ecologista Marina Silva y al socialista Ciro Gomes, con plataformas alternativas a la de Dilma Rousseff. Aunque en el caso de Ciro su identificación es clara con la izquierda y no admite matices ni devaneos serristas.

9) Los ejes del pasado (esto es, antinomias tales como dictadura y democracia o oligarquía versus pueblo humilde…) ya no siguen dividiendo a nuestros ciudadanos, que han decidido enfrentar el futuro mirando hacia delante y no por el espejo retrovisor (como ingenuamente manifestó el candidato Marco Enríquez-Ominami durante su campaña, haciendo declaraciones que reproducían, al pie de la letra, el discurso tradicional de la derecha).
Eso de que el pasado está enterrado y ya no le importa a nadie, sólo forma parte de la retórica de esta “nueva derecha”, que no se diferencia, en verdad, demasiado de la antigua. Sería lo que los gringos llaman un “wishful thinking”; es decir, un pensamiento deseoso, pero nada más que eso. Si alguien piensa que un manto de olvido ha caído sobre el pasado de los “años de plomo”, le recomiendo remitirse a un texto magistral del escritor Marcelo Rubens Paiva, hijo de un desaparecido político en Brasil, publicado en el “Estado” de Sao Paulo.

10) La seguridad ciudadana y el combate sin treguas y sin concesiones a la delincuencia es el nuevo eje programático que ordena el discurso conservador, ante la ausencia de la Guerra Fría y el rival interno ideológico, que articulaban y justificaban en otros tiempos las estrategias antisubversivas.
Los enemigos siguen siendo, claro está, los pobres, sucios y malos de siempre, los “flaites” de Chile y los “favelados” de Brasil, pero esta vez ya no visten el temible uniforme verde olivo de la subversión marxista sino el del inasible y difuso narcotráfico. Y, en lo posible, conviene unirlos, en una misma bolsa inseparable, como en el caso de Colombia, donde Alvaro Uribe, gran amigo de Sebastián Piñera, habla de la “narcoguerrilla” opuesta a su política de “seguridad democrática”, financiada generosamente por el Pentágono.

* Nota: Sumido, como estoy, en la pereza estival, he decidido subir a este blog otro artículo del inefable profesor Patrick Chena. Para darle continuidad al asunto... Por tanto, él es el responsable de esta sarta de sandeces y no yo, que seguiré descansando en alguna ignota playa sudamericana

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