“State of Play” o la prensa contra la colusión de los señores de la guerra

Veo a poco de su estreno en Brasil la película “State of Play” (Intrigas de Estado, en la traducción al portugués; La Sombra del Poder o Los Secretos del Poder, según traducciones ad hoc para el mercado hispano).
La sinopsis es, en los papeles, relativamente simple: la ayudante de un senador estadounidense que investiga a las corporaciones que han tercerizado las labores de la seguridad nacional en EEUU muere en un misterioso accidente en el metro.
El apuesto legislador (Ben Affleck), al anunciar la noticia de su fallecimiento, no puede evitar que una lágrima ruede por su rostro y esto desata las especulaciones de la prensa más sensacionalista en torno a un presunto affaire del guapo senador y su asistente.
En este caso, los malpensados piensan bien: hubo romance, lo que significa que el hombre debe dejar de jugar, por consejo de su jefe, el rol de protagonista en la comisión senatorial que está a cargo de seguirle los pasos a las empresas del negocio de la seguridad.
Hasta ahí, todo bien. Pero sucede que un reportero veterano, interpretado por el australiano Russell Crowe, excedido de peso y desaliñado, decide empezar a atar cabos sueltos y relaciona el extraño deceso de un carterista y un repartidor de pizza con el de la chica al que los medios presentan como “suicidada” bajo las ruedas del tren subterráneo.
Ahí la cosa ya empieza a tomar cara de complot, debido a los millonarios intereses en juego desde que George Bush optó por privatizar a los ejércitos, haciendo que surgieran hidras de mil cabezas como Blackwater o Halliburton, que blanquearon a la tradicional institución de los mercenarios o soldados de fortuna.
El filme está basado en una exitosa miniserie de la televisión británica, del año 2003, y la actriz inglesa Helen Mirren personifica a la jefa de redacción del periódico de Washington que debe enfrentar el desafío de cubrir esta peligrosa historia.
Hay disparos a granel, una cadena de muertes para favorecer encubrimientos y todos los ingredientes de un thriller de aquellos, que te mantiene atado a la butaca durante el par de horas que dura la película.
Affleck es, al mismo tiempo, Obama y Kennedy, y está rodeado por la mafia del negociado de la guerra que infiltra su entorno íntimo para tenerlo bajo control, a través de un Jack Ruby de opereta. Pero quien en principio aparece como el “muchacho” de la película, tampoco es de los trigos muy limpios, como lo va a revelar luego el desenlace del argumento.
El obeso Crowe, un adicto a la comida chatarra y a la música irlandesa tradicional, fue compañero de cuarto del bueno de Ben cuando estaban en la Universidad, y buena parte de la cinta se la pasa tratando de protegerlo. Aunque pronto descubrimos que tiene también su agenda propia pues en sus años mozos anduvo tras los pasos de la cornificada esposa de Affleck.
No obstante, el gordito es persistente. Primero, le roba el caso a una joven e infatuada periodista que es la “estrella” de la edición online, y que lo maneja casi exclusivamente reducido a la esfera del chisme. Luego, tras propinarle este golpe al espíritu farandulero y oportunista que anima a sus noveles colegas, se entrelaza en una pulseada con la dura Helen Mirren, que debe ocuparse de la ruda tarea de hacer un diario que se venda en la era de la cuasi extinción de estos dinosaurios del paleolítico.
Pero la voluntad del periodista de la vieja escuela es más fuerte y supera todos los escollos. Él cree que el pueblo tiene derecho a conocer la verdad, y no por Internet, que por el momento es, en su opinión, poco fiable, sino por el viejo y querido soporte del papel. Así, tras enfrentarse a medio mundo, el Caballero de la Nada Triste Figura logra su propósito y ganan los buenos, pese a los millonarios intereses en juego.
Una fábula con final feliz que recuerda, en forma inevitable, a “Todos los hombres del Presidente”, con dos audaces hombres de prensa, Bernstein y Woodward, sacando a la luz pública los trapos sucios del Watergate, el escándalo que tumbó a Richard Nixon. Y que recuerda que el periodismo investigativo bien hecho sigue siendo una espina clavada en los montajes y las manipulaciones de los poderosos.
Labels: Blackwater, corporaciones, crisis de la prensa, la sombra del poder, periodismo de investigación, seguridad nacional, State of play, Watergate
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