Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Thursday, April 24, 2008

¿Quién le tiene miedo al lobby?


"El lobby se comió al lobby..." La frase no es mía. La usó el director del diario La Tercera, Cristián Bofill, en un seminario sobre la representación y gestión de intereses, realizado por la Universidad del Desarrollo, hace unos pocos días. Y aludía a la ley aprobada por el Congreso el 3 de abril pasado, y que está en espera de promulgación, aunque todo indica que el Ejecutivo hará uso de su derecho a veto para modificarla.

¿La razón? Durante su trámite parlamentario, se determinó que sólo podían ser considerados como lobbistas quienes fueran remunerados para ejercer ese rol, excluyendo de la condición de tales a los estudios de abogados, agencias de comunicación estratégica y organizaciones gremiales de toda índole.

O sea, la definición de lobbista dejaría fuera de sus límites a empresas como Hill Knowton Captiva o Burston Marsteller que se dedican activamente al ejercicio del cabildeo en favor de intereses privados. O a estudios de abogados, como el de Jorge Schaulsohn (otro de los exponentes en el seminario), que en muchos casos van mucho más allá del ofrecimiento de patrocinio jurídico para sus clientes y actúan como facilitadores o grupos de presión.

Bofill sabe de lo que habla cuando habla de lobby. De hecho, en su presentación recordó que su experiencia de 16 años como director de medios le ha permitido conocer muy de cerca la labor de los lobbistas. En muchos casos, ex colegas perdidos para la profesión periodística pero ganados para una actividad que mueve “mucho dinero”. O ex funcionarios de gobierno o ex parlamentarios, con fluido acceso a los más altos despachos gubernamentales.

“La mejor muestra de su poder (el de la industria del lobby) es la ley que acaba de salir”, dijo Bofill, quien además apuntó que en Washington hay 30.000 empresas de lobby registradas; en Bruselas, capital de la Comunidad Europea, 11.000; y en Chile sólo una de las que se dedican a este lucrativo negocio se reconoce a sí misma como lobbista: Imaginacción, fundada y dirigida por el ex ministro de Aylwin, Enrique Correa.

Para Bofill, el lobby se desarrolla principalmente en tres ámbitos: el poder político, el poder judicial y los medios de comunicación. Y comentó cómo su poderoso influjo le costó la carrera política a Tom DeLay, líder de la bancada republicana en la Cámara de Representantes, al descubrirse que un afamado lobbista le había pagado un espléndido viaje a Escocia, con todos los gastos cubiertos, para jugar golf.

En Chile, y no hace mucho tiempo atrás, el director del Registro Civil debió dejar su cargo al trascender a la opinión pública el hecho de que uno de sus asesores más cercanos asesoraba también a la multinacional india Tata, la cual participaba en una millonaria licitación como oferente de servicios ante ese organismo público.

El lobby es feroz, qué duda cabe. Y si bien nuestra economía es pequeña en la escala de la globalización, una tajada es siempre una tajada.

¿Dónde se hace lobby en Chile? Bofill repasó una lista de negocios en la que éste es muy activo: Hidroaysén, el plan para generar energía eléctrica en el extremo sur, utilizando los ríos de esa zona (plan que enfrenta, a su vez, un lobby ecologista de anchas espaldas en su contra); grandes proyectos mineros, para los cuales resulta fundamental asegurarse un buen estudio de impacto ambiental, en los que a veces –Bofill dixit- “la firma de un seremi de una región puede valer más que la del ministro del Interior”; las concesiones de obras públicas o la energía nuclear, como alternativa para hacer frente a la crisis energética.

La nómina dejó para el final un campo que suele ser una de las joyas de la corona cuando de lobby se trata: la adquisición de armas y equipamientos bélicos. El panelista apuntó que “en lobby las mejores comisiones están en la venta de armas. Que es a su vez un negocio tan rentable que en muchas ocasiones se dice que da incluso mayores ganancias que el narcotráfico”.

Al hablar de este punto fue inevitable recordar un caso que ha llegado a los tribunales de justicia y que compromete seriamente a un ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile: el de la compra de aviones Mirage para la FACh, por un monto de 600 millones de dólares, donde se habrían percibido comisiones ilícitas con el fin de equilibrar la balanza de la elección hacia un proveedor determinado.

Bofill culminó su charla con una pregunta inquietante: ¿Por qué los parlamentarios se demoraron cinco años para sacar una ley tan tibia como ésta? Y recordó que en el Congreso duermen el sueño de los justos dos proyectos relacionados íntimamente con el lobby: el de la llamada “puerta giratoria” (entendiendo como tal la que lleva de los directorios de las empresas privadas a los más altos cargos públicos y viceversa, en un incesante camino de ida y vuelta); y la que pretende regular los conflictos de intereses.

Claro que no todo fue arrojar dardos hacia los costados. Bofill debió admitir que existe una relación lobby-prensa, puesto que “a veces” los intereses de ambos “pueden coincidir”. En el caso de los periodistas, obteniendo acceso privilegiado a fuentes bien informadas sobre tejes y manejes que se dan en zonas oscuras de la vida pública; y, en el de los lobbistas, llevando, con ayuda de los medios, agua a su propio molino.

“No somos la virgen del burdel”, concluyó. “Nadie lo es. Y debemos dar examen todos los días para validarnos ante la sociedad y nuestros lectores”.

En el seminario expusieron, además, el ministro secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera Gallo, quien defendió la ley aprobada, más allá de considerarla susceptible de ser perfeccionada; el abogado Davor Harasic, de Chile Transparente, crítico de la normativa en su forma actual; Cristina Bitar, de la agencia Hill Knoltown, y el ex parlamentario Jorge Schaulsohn.

Yo asistí a este evento por estrictas razones profesionales, y no pude dejar de pensar, una vez que terminé de registrar los dichos de los participantes en mi libreta de apuntes, si es que acaso, en una sociedad como la nuestra, donde la propiedad de los medios de comunicación está tan concentrada, no ejercen éstos la forma suprema del lobby: el poder influenciar sin contrapesos y sin ninguna mirada vigilante y reguladora de por medio.

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