Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Tuesday, June 12, 2007

El durmiente polaco


La sobredosis de información le juega malas pasadas a cualquiera. Por eso hay días en los que, les juro, no entiendo nada de nada de lo que pasa a mi alrededor. Y me encomiendo a Nuestra Señora de la Inmaculada Confusión para que ponga algo de lucidez en mi cabeza.

Confuso y desorientado como estoy, recibo mensajes en sueños que, sin duda, provienen desde esferas sobrenaturales que tienen buenos enchufes con el Altísimo. Pero hay un problema que, ¡vaya!, no es menor. Estos mensajes están escritos o al menos yo los escucho en polaco, lengua que se me da tan poco como el ruso, el sánscrito o el urdu.

O sea, que sigo a fojas cero, esperando una revelación que tarda en venir y que seguramente no llegará nunca.

Estoy, si me permiten la comparación, como Jan Grzebski, el ferroviario nativo de la región de Dzialdowo, al norte de Polonia, que despertó de un estado de coma que le duró 19 años, para descubrir que el comunismo como sistema de gobierno había pasado a la historia en Europa Central y del Este.

Y se convirtió en protagonista de un caso que para la prensa mundial pasó a hacer una emulación tardía de la película “Goodbye Lenin” (Wolfgang Becker, 2003), por aquello de que la realidad imita en algunos casos a la ficción.

El filme de marras, como se recordará, narra la historia de una mujer que sufre un colapso y cae en un estado de postración antes del derrumbe del muro de Berlín, en noviembre de 1989.

La mujer, ya algo anciana, es una honesta y férrea defensora de la causa del “primer estado alemán de obreros y campesinos” (es decir, de la extinta RDA, para usar la definición que se empleaba en esa Alemania para diferenciarla de la occidental y cristiana aliada a la OTAN).

Por tal motivo, su hijo, que estima que ella no podrá sobreponerse al súbito cambio de folio que le ha propuesto la historia, decide recurrir a la artimaña de recrear un entorno cerrado donde la República Democrática Alemana sigue en pie, para rodear a su querida madre de un ambiente protector que le permita continuar aferrada a las adhesiones que han dado sentido a su vida.

Para eso, con no poco trabajo, le consigue los alimentos en conserva que consumían los “ossies”, antiguos habitantes de la Alemania oriental en la era de Honecker, y produce en un improvisado estudio casero, con la ayuda de un amigo, noticieros televisivos en los que se habla de los triunfos cotidianos del “socialismo realmente existente” en su lucha ideológica con el capitalismo, en el marco de la Guerra Fría.

Es más, hasta reproduce los bocinazos de los viejos y queridos Trabant (los modestos autitos del pueblo en la difunta RDA) para que mamá se sienta como en los tiempos de Walter Ulbricht, sin nada que extrañar.

Volviendo a Grzebski, habría que decir que éste fue víctima de un accidente laboral cuando acoplaba dos vagones de un tren. Al recibir un contundente golpe en la cabeza, desarrolló un tumor cerebral y poco a poco perdió el habla y la capacidad de mover sus miembros.

Tras un largo peregrinaje de un hospital a otro, su mujer, Gertruda, decidió llevárselo a su casa y ocuparse personalmente de él.

“El año pasado –señala el diario Clarín de Buenos Aires- fue hospitalizado nuevamente y sometido a otra reeducación, a la que el hombre comenzó a reaccionar favorablemente. De hecho, ‘Truda’ –como él llamaba a su mujer de forma cariñosa– fue la primera palabra que pronunció Jan al despertar”.

“El hombre, de 65 años –añade el matutino-, confirmó en una de sus entrevistas que siempre estuvo consciente: ‘Escuchaba todo lo que sucedía a mi alrededor, comprendía todo pero no podía decir ni una palabra –explicó– Estaba como una planta. Fue terrible no poder comunicar’”.

Un funcionario oficial actuó de aguafiestas al señalar que no hay evidencia empírica de que el cuadro que afectó a Grzebski sea un estado de coma puro y duro.

¿La razón? Grzebski padeció afasia y estuvo paralizado durante casi dos décadas, sin embargo, mantuvo sus funciones vitales de base y no estuvo alimentado de manera artificial ni conectado a un aparato respiratorio, como es el caso de los enfermos que sí están en coma, informó Hubert Kwiecinski, experto del ministerio de Salud, con sede en Varsovia.

Como sea, el durmiente polaco no sale de su asombro en su humilde departamento de un ambiente de Dzialdowo al comprobar los copernicanos cambios registrados (para seguir en la onda polaca) desde ayer a hoy

“No hay filas –declara-, se puede comprar todo y tanto como uno quiere, no se necesitan tickets de racionamiento... El único problema –añade, sentencioso- es que hay que tener dinero”. Por eso es que ha decidido entrar con el pie derecho al libre mercado y le ha empezado a cobrar a los periodistas un estipendio o propina por las molestias que se da al responder sus preguntas.

De este modo, Grzebski se ha convertido, sin que él aún lo sepa, en un adepto más al confusionismo (con “s” y no con “c” intermedia, para no confundirlo con la doctrina del sabio chino Kongzi, literalmente "Maestro Kong", 551 adC - 479 adC).

El confusionismo es, según un amigo de un amigo, el arquitecto chileno Ramón Arriagada, al que conocí en París hace poco más de un año, la ideología que se basa en sembrar la confusión a diestra y siniestra. Único norte posible, a su juicio, para las almas concientes y tiernas tras la implosión del mundo bipolar y el fin de la confrontación Este-Oeste.

Lo cierto es que, independientemente de cualquier propósito, el confusionismo gana terreno.

Y a las pruebas me remito: el sitio web español menéame.net da cuenta que Cristina López Schlichting, periodista de la catoliquísima cadena de radioemisoras COPE, insinúa que el piloto polaco Robert Kubica pudo salvarse el domingo pasado de un terrible accidente en la Fórmula 1 por la intercesión de Juan Pablo II, cuyo nombre lleva en el casco. En efecto, el hombre portaba en su protector craneano una calcomanía donde dice “Jan Pawel II”. ¡Un milagro, qué duda cabe, a prueba de incrédulos!

Menéame, donde los lectores hacen subir sus notas favoritas a fuerza de cliqueos, también revela que “el presidente de EEUU, George W. Bush, perdió su reloj mientras estrechaba las manos y repartía besos a los habitantes de Fushe Kruje, la última parada de su visita este domingo a Albania”. ¡Quién lo diría, el vigía de Occidente, víctima de un descuidista en las tierras de Enver Hoxha, el último mandatario estalinista del planeta!

Y termino con otra de esas noticias para no creer, esta vez acaecida mucho más cerca, en el Chile del Transantiago y Michelle Bachelet: un abogado socialista defiende ante los estrados a Edgardo Bathich, primo de Monser Al Kassar, el presunto traficante de armas árabe detenido recientemente en España luego de caer en un trampa que le tendió la DEA al interesarlo en una presunta (y reitero el adjetivo) venta de armas para las FARC.

Bathich, chileno de origen sirio, tiene amistades en la UDI (según el diario La Nación) y las tuvo en la DINA –Armando Fernández Larios, ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional, durante la dictadura de Augusto Pinochet- (según la revista El Periodista). Pero, sobre todo, fue gran amigo, casi compadre y socio, según fuentes bien informadas, de Marco Antonio Pinochet, cuando éste era un joven algo alocado que se dedicaba a la noche y a la diversión sin límites.

¿Difícil de entender? No tanto como este mundo nuevo al que se ha asomado Grzebski, en el cual la CIA, de acuerdo a lo informado por Le Monde o la BBC, mantiene cárceles secretas en Polonia (otra vez Polonia...) y Rumania, antiguos adherentes al Pacto de Varsovia; Lech Walesa cobra pensión como Presidente de los polacos y el Papa Wojtyla está ad portas de convertirse en santo en un proceso de “beatificación express” que ha batido todos los récords en la materia.

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3 Comments:

Blogger Xi said...

Pero mire usted, señor Lupín, que más allá del seudocoma, o del coma seudoconsciente, lo claro es que rápidamente se adaptó el hombre a los tiempos y descubrió que esto de la solidaridad no va a ninguna parte. Vamos cobrando por pregunta. Por suerte hay gente que todavía no despierta, ¿no?

Un abrazo de durmiente feliz,

Lupinne.

12:35 PM  
Blogger PAZ TRAVERSO said...

Recibo en forma periodica las cronicas de su blog y me gustan mucho .............
Le voy hacer un link en mi blog.
Muchas gracias

4:57 PM  
Anonymous Anonymous said...

La esposa del señor Grzebski fue vital en la vida durmiente del señor. Cada determinado tiempo (creo que cada dos horas), durante 20 años, lo estuvo cambiando de posición para que no le salieran llagas. Esto sí que es amor.

El señor Grzebski se durmió en un mundo y despertó en otro.

2:39 PM  

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