Justicia ciega y “gatillo fácil”

"Las leyes son semejantes a las telas de araña; detienen a lo débil y ligero y son deshechas por lo fuerte y poderoso" (Solón).

La noticia se conoció el sábado, justo en medio del largo wikén de Semana Santa. La ocasión más propicia para que pasara colada y “piola”, como hubiera advertido cualquier asesor comunicacional. Que son quienes más se basan en el más escaso de todos los sentidos: el sentido común.

El ingeniero Francisco Zerega Raggi, quien en julio de 2004 disparó contra un repartidor de una multitienda al que confundió con un asaltante, en su casa de La Dehesa, fue absuelto de la pena de 40 días de presidio remitido, que le había impuesto la Corte de Apelaciones de Santiago, accediendo al recurso de casación que presentó su defensa para anular dicha sentencia.

Digamos que la pena, por otro lado, no era nada abultada, y es la que suele arriesgar, por ejemplo, quien a bordo de un vehículo le causa lesiones graves a otro sujeto que se le cruza de improviso por la calle. Pero Zerega, preocupado sin duda por su buen nombre, decidió recurrir contra ella para limpiar su honra y que nadie en el futuro pudiera pensar que había actuado como un simple homicida.

Los hechos ocurrieron así: el infortunado repartidor tuvo la desgracia de llegar a la casa del ingeniero del “gatillo fácil” a entregar un televisor que éste había adquirido, pocos minutos después de que un grupo de delincuentes hubiera intentado robar en la vivienda.

Según lo establecido en el proceso y la información de prensa basada en ello, “Zerega disparó dos tiros al aire antes de bajar al primer piso de su casa alertado por los gritos de sus hijas, quienes sostenían que uno de los antisociales aún estaba en el lugar”.

“Al bajar la escalera –añade la nota publicada en El Mercurio-, se encontró con Lagos, quien había regresado al hall de entrada tras haberse asomado al living para entregar el producto. Entonces el ingeniero disparó, y la bala dio en el pecho del joven, quien murió poco después en una clínica, mientras era sometido a una operación”.

Cabe acotar que, en primera instancia, el 31 Juzgado del Crimen de Santiago absolvió a Zerega de culpa y cargo, concluyendo que se daban los presupuestos de lo que denominó un "error invencible" en su conducta.

Es decir, si se me permite actuar de hermeneuta de los doctos magistrados, uno podría concluir que el ingeniero en cuestión no actuó con plena conciencia de sus actos, y lo hizo bajo el efecto de los gritos de sus hijas, quienes insistían en la presencia de un malviviente en la casa.

No obstante, la Tercera Sala del tribunal de alzada, al revisar el caso, no compartió esta rara doctrina judicial y condenó al acusado a 40 días de prisión remitida, sentencia que fue invalidada por la Segunda Sala de la Corte Suprema, que habló en su fallo de un “error esencial” que habría guiado la conducta de Zerega.

Los gritos de sus hijas, sin duda perturbadas por la propaganda aleve de los medios del establishment que insisten en hacer creer al segmento ABC1 que vive una verdadera pesadilla en materia de seguridad ciudadana, han de haber nublado al juicio de este noble ciudadano que salió en defensa de las vidas de su familia y de su hacienda.

La noticia del “decano” omite decir si Sergio Lagos León, el repartidor caído bajo las balas de Zerega, tenía o no familia. Mucho me temo que sí. De lo que no me cabe duda es que no contaban con el dinero suficiente para contratar a los hábiles abogados que, cual modernos Cicerones, sacaron a su defendido de este trance libre de polvo y paja.