Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Tuesday, December 12, 2006

El mundo ha vivido equivocado



Debo el título y la inspiración de este humilde columna a Roberto Fontanarrosa, hijo ilustre de Rosario y dilecto habitué del café “El Cairo” de su ciudad natal, donde seguramente entre cortados y cigarrillos negros se han gestado muchas de las historias de “Boggie el Aceitoso’’ e “Inodoro Pereyra”. Dos de los personajes, entre muchos, que han inscrito su nombre en letras doradas en el planeta cómic y han alegrado mi vida en años de desolación y desesperanza.

El “Negro”, que así es como lo conocen sus amigos, empezó a dibujar sus celebradas tiras de monitos (es un decir, claro, porque lo suyo es un arte mayor) en la mítica revista Hortensia y terminó publicando novelas y libros de cuentos. El primero de los cuales, dado a las prensas en 1982, lleva el rótulo que cito en estas líneas por dos razones al menos: 1) Me parece uno de los títulos más geniales de estos últimos cien años de historia y 2) Creo que encierra, como tantas de esas boutades, arrojadas con displicencia sobre la mesa de un café, en una charla entre amigos, una de esas verdades grandes como una casa que sólo pueden surgir de la atmósfera de filosofía peripatética que suele animar a esos sitios de encuentro y alterne.

“El mundo ha vivido equivocado”, pienso yo, con todo respeto, es algo más que un retruécano o un juego de palabras. Es un aforismo -creo yo e insisto con mi osadía de lego- que no desluce al lado de los escasos fragmentos que han llegado hasta nuestros días del pensamiento de los presocráticos griegos. Como Tales de Mileto, Anaximandro, Parménides, Demócrito o el nunca bien ponderado Heráclito, con aquello de que jamás nos bañamos dos veces en un mismo río.

Me explico: de un tiempo a esta parte me he puesto a reflexionar sobre la historia, la ética y la existencia. Un cóctel (ya lo sé) sumamente peligroso y que puede producir vapores mucho más peligrosos que los etílicos. Para no hablar de los delirium tremens... Pero, bueno, es lo que hay, como se dice ahora, y supongo que lo que gatilló mis reflexiones fue la lectura de una gran novela –“Soldados de Salamina”, de Javier Cercas-, que tiene la virtud, como todas las obras mayores, de generar reverberaciones mentales aun mucho tiempo después de haber sido leída.

Resumo el argumento, para los que no lo conocen: Escritor dudoso de su vocación se topa con un amigo –nada menos que nuestro compatriota Roberto Bolaño-, quien le regala un anécdota que se transforma en el punto de partida de una obsesión que lo trastorna. Le cuenta que, trabajando en un camping en la costa catalana, conoció a un viejo republicano español que después de luchar la guerra civil en el bando de los derrotados, pelea junto a los franceses libres en África y termina entrando en París con las tropas que la liberaron del dominio nazi.

Miralles, que así se llama este héroe de nuestros días, vive en Francia de un modo discreto, sin hacer demasiados aspavientos de su pasado (como todos los verdaderos héroes, por otra parte). Cercas, el autor, que es también protagonista de la novela, hace un link entonces entre la pequeña historia de Miralles, por aquella época un joven miliciano, y la de Rafael Sánchez Mazas, un escritor y poeta falangista que luego de pertenecer a la “Quinta Columna” en Madrid e intentar huir a territorio “nacional” es capturado en Barcelona por los “rojos”.

Cuento corto: en 1939, con los alzados respirando en sus nucas y ya prontos a cruzar los Pirineos hacia el exilio, alguien da la orden de fusilar en masa a los prisioneros que permanecen en el santuario de Santa María del Collell, entre los cuales está Sánchez Mazas, padre del Premio Cervantes 2004, el también narrador Rafael Sánchez Ferlosio. Sánchez escapa a las balas y corre hacia un bosque cercano donde se oculta. Un miliciano (¿Miralles?) lo busca y pese a que lo encuentra, decide salvarle la vida haciendo como que no lo ve entre el follaje.

A partir de ese momento, guiado por la intuición y la ambigüedad, esos dos grandes motores de toda buena escritura, Cercas inicia la cacería de Miralles, de quien espera le confirme su sospecha para completar el círculo de un acto de humanidad desesperado que contrasta con el marco de odiosidades sin límites de la guerra fratricida. “Et tout le reste c’est literature...”

Lo cierto es que otro español, David Trueba, tuvo la buena idea de hacer una película en base a este texto. Y a esa genial iniciativa le agregó la también feliz idea de cambiar a uno de los protagonistas varones del libro, el propio Cercas como hilo conductor de estas “causalidades” por una mujer hermosísima, Ariadna Gil, cuyo belleza andrógina y al mismo tiempo poderosamente ibérica, de rasgos duros y nada complacientes, le sirvió para guiar la búsqueda que conduce hacia Miralles. A quien encuentra, finalmente, en un asilo de ancianos en Francia, desencantado pero no entregado, ya casi a las puertas de la muerte, y sin saber que su vida resumía la tragedia de todo un pueblo desgarrado por los conflictos de la Historia con mayúscula.

Ese viejo, sabio y lúcido, que ha vivido en carne propia traiciones y dolores, exilios y pérdidas, es un hombre que, sin embargo, todavía se pone cachondo con las enfermeras con su orinal a cuestas. Una suerte de Ulises que nunca vuelve a Ìtaca (salvo de vacaciones) y al que nadie reconoce como tal. Pero que, a la par, se alegra bailando un pasodobles y se emociona cuando piensa en España.

La película, digo (y con esto cierro, para no latearlos), me hizo pensar, a su vez, en una larga cadena de links mentales, en un libro de memorias de Ilya Ehrenburg, donde el escritor soviético contaba que Antonio Machado, a punto de emigrar a Francia, le había dicho, contra toda evidencia, que tal vez la guerra civil la habían ganado los republicanos. Al menos en el plano moral, decía Machado. Que es un plano nada despreciable, si se considera que es aquel donde los chilenos, por ejemplo, hemos obtenido nuestros más grandes triunfos deportivos.

Lo dicho por Machado, por cierto, es muy discutible. Pero uno podría pensar que el viejo poeta nacido en Sevilla “llevaba razón”, como se decía en sus tiempos. Pues si la guerra civil española fue el bautismo de fuego del fascismo en Europa, la heroica resistencia de los demócratas españoles ayudó a desangrar la “bestia parda”, que se desplomó después de Normandía o Stalingrado, ya con muchas banderillas sobre su lomo. ¿O alguien piensa que los aliados la hubieron tenido más fácil frente a un Eje que incluyera también a un franquismo robusto y militante, más allá de la simbólica y catastrófica aventura de la División Azul en las nieves de Rusia?

No sé que opinan ustedes, pero el “Negro” Fontanarrosa, “canalla” y “antileproso”, seguro estaría conmigo...

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