Artemio Lupín

Un blog literario, cultural y satírico que pretende practicar la crítica social y de costumbres.

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Tuesday, November 25, 2008

Araguaia: Las lecciones de una guerrilla olvidada


Pablo Correa S.

Cae en mis manos un libro que me introduce en un capítulo muy poco conocido de la historia contemporánea de Brasil, y, por extensión, también de Latinoamérica. Me refiero a “Operación Araguaia, los archivos secretos de la guerrilla”, un prolijo trabajo de investigación realizado por los periodistas Taís Morais (hija de un oficial del Ejército) y Eumano Silva.

El libro fue publicado en 2006 y obtuvo el premio Jabouti, concedido al mejor texto reportaje de ese año. En sus 1.167 páginas se cuenta la historia del largo y penoso enfrentamiento, a comienzos de los años 70, en una zona perdida de la selva amazónica, entre 69 militantes del Partido Comunista do Brasil (PC do B) y más de 7.200 hombres de las Fuerzas Armadas y las policías militares de los estados de Pará y Goiás.

Esta “guerra” acabó, oficialmente, el 25 de octubre de 1974, cuando la última sobreviviente de este foco insurreccional, Walkiria Afonso Costa, conocida como “Walk”, fue delatada y detenida, para posteriormente ser ejecutada, según testimonios de soldados que la vieron con vida en un cuartel de la zona del teatro de operaciones. Y se inició dos años antes, en 1972, cuando las fuerzas de seguridad llegaron hasta allí, alertadas por la confesión, arrancada bajo tortura, de un militante, Pedro Alburquerque, capturado en otro estado brasileño, luego de que abandonara la embrionaria experiencia guerrillera para acompañar a su mujer, quien no pudo acostumbrarse a las duras condiciones de vida en medio de la floresta.

¿Cómo se generó esta guerrilla, que ha tenido tan poca prensa, tanto en Brasil como en el extranjero, y cuya historia está cubierta, en general, por un manto de olvido que incluye, por cierto, a los dos principales contendores de otrora? Para obtener una explicación coherente, hay que introducirse en el contexto de un país que estaba bajo el mando de una severa dictadura, la cual inauguró en 1964 un ciclo de golpes de Estado en todo el continente, cuya objetivo básico era la contrainsurgencia preventiva en sociedades donde existieran o no amenazas subversivas flagrantes.

Un ex dirigente del viejo tronco del Partido Comunista brasileño, Carlos Marighela, se había escindido del mismo para llevar adelante, desde la Alianza Nacional Libertadora (ANR), una lucha armada de resistencia contra el régimen castrense que tenía como metodología principal a la guerrilla urbana.

Marighela va a ser abatido, en 1969, por las fuerzas policiales comandadas por el comisario Fleury, figura emblemática de la represión, que le tendieron una emboscada fatal en las calles de San Pablo. Hay un libro al respecto escrito por Fray Betto, “Bautismo de Sangre”, que cuenta cómo un grupo de sacerdotes dominicanos colaboró con los hombres de Marighela, por lo cual tuvieron que pagar un alto precio que implicó cárcel y tormentos para muchos de ellos.

Otros grupos similares –el MR 8, del ex capitán Carlos Lamarca, la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) o Política Operaria- intentaron, con mayor o menor éxito, explorar el mismo camino. Pero, a la larga, todos ellos fueron aplastados, aun cuando llegaron a anotarse algunos triunfos, desde el punto de vista de su concepción estratégica, antes de su derrota. Como fue, por ejemplo, el secuestro del embajador estadounidense Charles Burke Elbrick (4 de septiembre de 1969), que posibilitó la liberación de quince presos políticos que salen, en un avión Hércules, primero hacia México y luego con destino a Cuba.

Dato anecdótico no menor: entre los que planificaron esta sonada operación estaba Fernando Gabeira, quien perdió recientemente, por un escaso margen de votos, la posibilidad de ser elegido como prefecto de Río de Janeiro, en las elecciones municipales. Y uno de los liberados, gracias a esta acción, fue José Dirceu, un hombre histórico de la izquierda, que fue uno de los primeros ministros nominados por Lula en cuanto llegó al gobierno, y que luego debió salir del gabinete, pero que aún hoy conserva un gran poder de influencia dentro de las filas del PT, el Partido de los Trabajadores, que llevó al poder a Luis Inácio Lula Da Silva.

Pero volvamos a fines de los convulsionados años 60. El PC do B, surgido a partir de la escisión de un ala estalinista del “Partidão” ─orientado por Luis Carlos Prestes, quien sigue fiel a la ortodoxia soviética─, decide que Brasil es un territorio apto para llevar a la práctica la “guerra popular larga y prolongada”, preconizada por Mao Tse Tung. Y comienza a preparar el terreno para ello, enviando a algunos de sus militantes más entusiastas a formarse como soldados en la Academia Militar de Beijing.

La tropa del futuro “Ejército Rojo” iba a estar conformada, según la visión de Joao Amazonas y Mauricio Grabois, los dos veteranos dirigentes de ese partido que participaron en el diseño estratégico de la guerrilla, por campesinos pobres que se unirían a los destacamentos iniciales de combatientes para ir cercando a la ciudad desde el campo. Una concepción claramente influenciada por la teoría y la práctica maoísta. Aunque, ya en el camino de la construcción de esta fuerza militar, la dirección del PC do B se iría apartando de la República Popular China, sacudida a su vez por los estertores de la llamada Revolución Cultural, para irse acercando al ultraestalinista líder albanés Enver Hoxha.

Lo cierto es que la guerrilla se termina nutriendo en los hechos, en su mayor parte, de jóvenes estudiantes universitarios, muchos de los cuales participaron en un frustrado congreso de la UNE, que se intentó realizar cerca de San Pablo y que fue abortado por la acción represiva de la policía, la cual detuvo a 800 delegados. Para muchos de estos activistas, sin una gran experiencia política a sus espaldas, su paso por la cárcel fue un claro mensaje de que la dictadura no dejaba espacios para ningún tipo de actividad pública y que el único lugar posible para ejercer sus derechos como ciudadanos era el monte y el foco guerrillero.

Esa fue la opción, por ejemplo, de José Genoino, quien asumió el compromiso de la lucha armada y cambió la ciudad por la selva. Aunque, dentro de todo, tuvo suerte: capturado al inicio de los enfrentamientos, fue reconocido como prisionero y pasó cinco años en la cárcel, tras sufrir los padecimientos de rigor. Genoino fue liberado en 1977, y comenzó a estudiar Historia. Es amnistiado en 1979 y participa en la fundación del PT, partido por el cual fue elegido diputado federal por San Pablo entre 1982 y 2002.

Ese año, tras ser derrotado en su postulación a gobernador del estado paulista, fue nominado presidente nacional del PT, sustituyendo a José Dirceu. Y al inicio del gobierno de Lula, su nombre sonó para el cargo de ministro de Defensa, el que finalmente no ocupó pues, según se rumoreó en su momento, fue vetado por los militares. Desde 2006 ocupa otra vez una banca de diputado, y curiosamente, pese a su dolorosa historia personal, se le considera un hombre que ha intentado abrir puentes entre la izquierda y los militares en Brasil.

Una gestión que, por cierto, no es nada fácil en un país donde los uniformados reaccionan con abierta indignación cada vez que personalidades como el actual ministro de Justicia, Tarso Genro, también afiliado al PT, señalan que la tortura es un crimen imprescriptible y que, por lo tanto, no está cubierto por la ley de amnistía que hasta hoy rige en Brasil.

Y sigue abierto un intenso debate del que ni el propio Lula ha estado ausente, como cuando señaló hace algunos días, en un homenaje al “almirante negro” Joao Cándido ─líder de una sublevación de la marinería, en 1910─, que hombres como él o Marighela no pueden ser considerados simples bandidos.

*Pablo Correa S. es periodista.

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2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Siempre esto de los enfrentamientos tan justos entre fuerzas armadas y rebeldes, eh?

6:33 AM  
Blogger Fabricio Estrada said...

Esta historia es tan desconocida como la guerrila del Patuca, en Honduras, durante los años 1982-1983.

Casi, como una "vida paralela" de Plutarco, la guerrilla del Patuca hondureña con la guerrilla de Araguaia compartes viscisitudes casi idénticas: la columna guerrillera hondureña constaba de 100 guerrilleros y la mayoría fueron exterminados.

Pretendían crear un foco en unión con grupos de apoyo que nunca se activaron como debía. El hambre los terminó venciendo sumado a los desertores.

Un comando especial Ranger de Estados Unidos contribuyó a la derrota mediante el uso de tecnología probada en Vietnam.

El Doctor Reyes Mata, líder de la columna, fue asesinado días después de su tortura junto al Padre Guadalupe Carney, de nacionalidad estadounidense, también miembro de la columna.

Te invito a que visités mis dos blogs (uno de ellos de fotografía):

http://fabricioestrada.blogspot.com

http://paisfotogenico.blogspot.com

2:22 PM  

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